Casi 2.000 menores de 16 años, en concreto, 1.931 niños y jóvenes, padecen Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y reciben tratamiento individualizado en la Región, lo que supone aproximadamente un 0,744% del total de niños hasta esta edad. Esta proporción es baja, ya que la prevalencia a nivel mundial de este trastorno oscila entre el 3 y el 7% en edad escolar. Este es el balance de la psiquiatra jefa de Servicio de Salud Mental Infanto-Juvenil de la Región, Carmen Palma, quien explica que se trata de un «trastorno del neurodesarrollo» que se caracteriza por un patrón persistente de seis meses o más de inatención, inquietud e impulsividad en un grado inapropiado para la edad de desarrollo del pequeño. Antes de los cuatro o cinco años es bastante difícil distinguir los comportamientos de los niños porque son muy variables. Se identifica más frecuentemente en la etapa escolar de Primaria, cuando la inatención es más destacada y deteriora su rendimiento escolar.

En este sentido, Palma manda un mensaje de tranquilidad a los padres, ya que suele haber confusión en los niños menores de cinco años que, a menudo, están inquietos, sobre todo cuando empiezan a andar, y «no por ello significa que padezcan TDAH».

Los tres factores que indican que se esté ante un niño con TDAH son la inatención, la impulsividad y que son muy inquietos; todo ello, advierte Palma, en un grado que se caracteriza por ser «inapropiado a su edad de desarrollo», al tiempo que insiste en que «hay que distinguir entre lo que es un trastorno del neurodesarrollo, que se da todos los días, durante un intervalo de tiempo mayor de seis meses, de lo que es un problema emocional que tenga el niño en un determinado momento».

Palma destaca que, con frecuencia, los padres que acuden a consulta suelen sentirse culpables porque sus hijos padecen este trastorno, «pero no es algo que dependa de ellos», ya que no existe un único factor de riesgo que explique por si solo el TDAH.

Su causa es multifactorial, influyen múltiples genes y factores ambientales. Es más frecuente entre familiares biológicos de primer grado y entre los factores ambientales destacan complicaciones perinatales (exposición a neurotóxicos, encefalitis o exposición alcohol durante la vida intrauterina) y adversidad psicosocial (maltrato o neglicencias). Asimismo, las consejerías de Sanidad y Educación tienen firmado un Protocolo para la coordinación de actividades sanitarias y educativas para la detección precoz e intervención de los menores con TDAH puesto en marcha en 2008. Y es que, la psiquiatra incide en la necesidad de una detección precoz de este trastorno, porque si no se toman medidas «se complica la situación con problemas en la conducta, déficit de funcionamiento en casa y colegio, o problemas con los compañeros», que suele llevar aparejado en muchos casos a un retraso escolar, y «arrastra un tren de fracasos».