Son tres proyectos dentro de uno y en todos se van a utilizar humedales artificiales para ‘limpiar’ los residuos procedentes de una quesería (sueros lácteos), de un invernadero de pimientos (agua con nitratos) y de una granja de cerdos (purines). El objetivo final: convertir estos subproductos en agua para regar.

Detrás del enunciado ‘Gestión y valorización de los residuos y subproductos del sector agroalimentario de la Región’, se esconde una iniciativa que surge «por la necesidad de buscar el uso de nuevas tecnologías en la gestión de estos residuos y darles una utilidad, ponerlos en valor», explica Pedro López, presidente del grupo operativo y representante de la empresa Residuo Cero Valorización y Gestión S.L.

A través de biofiltros que han sido patentados por la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), se pondrán en marcha tres instalaciones con tres ‘unidades filtradoras’ cada una, que serán rellenadas con gravas y plantas autóctonas (carrizos) para que hagan de agentes descontaminantes. «Queremos comprobar la eficiencia para este tipo de residuos», apunta López.

Cada uno de los efluentes con los que se va a trabajar pasarán por los tres filtros, y en cada uno se comprobará cuánto tiempo de retención es el mejor para ir reduciendo la carga orgánica de los mismos. «El objetivo último es que al final salga de aquí con los parámetros necesarios para que se pueda reutilizar como agua de riego», destaca. En el caso de los purines, además, se logra reducir el mal olor, que es uno de sus grandes problemas.

Para los sueros lácteos, los beneficios, además, serían de reducción de costes en la gestión de los residuos. La quesería Ameco, que es la empresa socia en el proyecto, suele generar cada día entre 30 y 35 metros cúbicos de residuos, que debe enviar en camiones cisterna a la empresa que los trata.

«Si los biofiltros funcionan, el ahorro para esta empresa sería muy significativo», argumenta Pedro López.

Por último, se va a trabajar con el agua que se utiliza para regar en un invernadero de pimientos de San Javier, y que termina llegando al Mar Menor al filtrarse desde el suelo al acuífero con su carga de nitratos.

«Vamos a construir un sistema de drenaje consistente en una balsa impermeabilizada de unos tres o cuatro metros de profundidad, dependiendo del nivel freático, para que el agua utilizada para regar concentre allí; luego pasará por los filtros», apunta el portavoz del proyecto, que estima que al final del proceso ese agua habrá perdido los nitratos y podrá reutilizarse. «Lograremos tener más agua para regar y reduciremos la carga orgánica que pueda llegar a la laguna», añade.

En todos los casos, el sistema de filtros es de fácil implementación y bajo coste, y la idea es «abrir a otros sectores agroalimentarios, como el de los zumos o las conservas, el proyecto», destaca Pedro López, quien quiere dejar claro que en el Mar Menor, antes de que comenzaran las urbanizaciones, era habitual ver zonas de cañas y carrizos naturales, que hacían de filtros. «Vamos a aplicar lo que la naturaleza ya creó».