«Una muestra de lealtad». Es lo que decía el teniente ahora condenado que solicitaba al soldado que luego le denunció cuando le pedía fotos de su pene. O cuando le exigía, mientras iban en coche oficial a casa de un general, que le mostrase su miembro viril. Esto ocurría en el año 2011 y ahora ha salido la sentencia.

El Supremo ha condenado a dos años y cuatro meses de prisión al teniente por un delito de abuso de autoridad con trato degradante a un inferior. El tribunal subraya cuál fue el modo de actuar del oficial: servil con los jefes e inflexible con los de abajo.

Los magistrados que han impuesto su tesis de elevar la condena al teniente son Jacobo Barja de Quiroga, Clara Martínez de Careaga y Francisco Javier de Mendoza. La sentencia cuenta con el voto particular del presidente de la Sala de lo Militar del Supremo, Ángel Calderón. El magistrado entiende que la pena de dos años que impuso el Tribunal Militar Territorial Primero al teniente era correcta y que no había motivos para incrementarla.

Se da la circunstancia de que el soldado víctima de estos abusos recibió asistencia psicológica en la Clínica de la Caridad de Cartagena. Una ciudad en la que llegó a trabajar, en la Armada, según refleja un mensaje (que se recoge en la sentencia) que él mismo envió a su superior, donde comenta que le alegra «estar en este destino».

La víctima tardó en denunciar lo que le estaba pasando. Primero se lo dijo a un compañero y acabó contándoselo al coronel jefe.

Según se detalla en el relato de hechos probados de la sentencia, el mando ya condenado solicitó a la víctima, por ejemplo, que le enviara fotos de su pene al móvil. «Si bien el soldado trató de eludir la solicitud del acusado mandándole otras fotos, finalmente, y ante su insistencia, le mandó la foto de su pene», apunta la sentencia.

Luego ocurrió el ya citado episodio en el coche oficial, cuando el teniente instó a la víctima a que le mostrase los genitales «como muestra de lealtad». Aunque el episodio más grave ocurrió en El Ferrol. El Supremo considera probado que el teniente mandó un SMS al soldado y le dijo que fuese a su habitación a masturbarse delante de él. Que le daría 120 euros.

La víctima, precisa el Supremo, «se plegó al requerimiento, no sin antes indicar al acusado que iba forzado e imponiendo condiciones, que el teniente aceptó, como que la habitación estuviese lo más oscura posible, que mantuviesen la distancia, que no le tocase y que no se hablasen».

Antes de ir al cuarto de su superior, el soldado «se puso un vídeo pornográfico para precipitar su excitación y abreviar su estancia con el acusado».

«Una vez con el pene erecto, se trasladó a la habitación del acusado, que éste había dejado entornada para permitirle el acceso, y se introdujo en la misma, observando al entrar que el teniente se hallaba acostado en la cama del fondo, semitapado con la sábana y realizando movimientos característicos de una masturbación», precisa la sentencia.

El soldado, prosigue el Supremo, «se tumbó en la cama más cercana a la puerta, de espaldas al acusado y frente a un espejo, y comenzó a masturbarse, todo ello en un ambiente lóbrego, tal y como él había exigido para ocultar su vergüenza».

«Pasados unos minutos, el teniente le dijo que ya se podía marchar y que se había ganado 120 euros, sin que conste que, efectivamente, los recibiese en algún momento», detalla la sentencia.

Cuando la víctima salió del cuarto, lo hizo llorando. Volvió a sus dependencias y allí estaba un compañero suyo. «Al encontrarse, ambos se estrecharon en un abrazos y, entre lágrimas, el soldado dijo que había perdido la dignidad», subraya el Supremo. Y entonces contó a su compañero lo que le estaba pasando.

La Sala de lo Militar del Alto Tribunal especifica que «la vivencia experimentada» produjo a la víctima «una sensación de humillación, vergüenza y ansiedad».

Después de lo que pasó en la habitación, «el teniente volvió a hacer insinuaciones de naturaleza sexual, a través de mensajes de móvil» al soldado, el cual «dio respuestas evasivas, haciéndole ver al acusado su desagrado».

Las exigencias llevaban aparejada una amenaza. Si el soldado no obedecía,-volvería al centro donde estaba adscrito, la Agrupación de Madrid.

En cuanto al acusado, dijo siempre durante la investigación judicial que su actuación era fruto de la estrecha relación que mantenía con sus subordinados. Él sostiene que las connotaciones sexuales fueron consentidas.