Lo he dicho y lo vuelvo a repetir: da gloria ver los asientos de la presidencia de la Asamblea Regional de Murcia ocupados por cinco mujeres y dos hombres, y que la presidenta y la secretaria general, y hasta la ujier, sean mujeres. Tenían ustedes que haber visto las primeras legislaturas, que no había ni una mujer, ni en la presidencia, ni en los escaños. En esto hemos avanzado muchísimo porque, además, están ahí por listas, por capaces, como lo tienen demostrado, le pese a quien le pese, si es que a alguien le pesa.

Pero entremos en la cosa, en el ambiente que podíamos disfrutar en este primer día del debate. Nada más llegar el presidente Fernando López Miras, una periodista me manifestó su alegría porque no se hubiese puesto el traje azul ese que lleva siempre. «Creo que debe tener dos», le dije yo, «porque, si no, ¿cuándo lo lleva al quitamanchas?» El caso es que iba de gris oscuro y se le veía menos festivo de lo habitual, así que hacía juego con el aspecto de la sala donde se sientan los invitados en la Asamblea, que no estaba muy llena como suele ser habitual en estas ocasiones tan señaladas. De hecho, alguien me dijo que habían reservado 200 asientos para protocolo y allí había un montón vacíos.

En las primeras filas se sentaba el personal importante, a saber: Francisco Bernabé, que estaba presente pero ya está de retirada, José Ballesta, alcalde de Murcia; José Luján, rector de la Universidad de Murcia; José Antonio Cobacho, presidente del CES; Juan Castaño, presidente del Consejo Escolar Regional; Juan Antonio Campillo, presidente del Consejo Social de la UMU, el expresidente Alberto Garre y algún que otro importante más al que no conozco lo suficiente para pagarle el café en la cafetería, que fue lo que hice con una buena parte de los arriba mencionados, con lo que mi presupuesto mensual de gasto en bares ha quedado reducido a la mitad. Pero lo cierto es que eché de menos a mucha gente a la que he visto en otros debates (hay que tener en cuenta que de estos hay uno al año) y que no nombro aquí por no buscarle la ruina a más de uno.

En cuanto al discurso propiamente dicho, yo diría que tuvo dos características fundamentales: fue largo, 95 minutos, y fue aburrido, 95 minutos también. También fue altisonante a veces. Francamente, no entiendo que López Miras acepte, sea quien sea el que se lo haya escrito, que le hagan decir «somos referentes mundiales y modelos de eficiencia para el mundo» en esta o aquella cosa. Parece que estoy viendo al orbe entero mirando qué hacemos en Murcia y nosotros aquí posando. La moderación es una virtud, hombre.

Que la cosa no estuvo muy animada lo demuestra otro detalle muy a tener en cuenta. En ningún momento del discurso diez o doce diputados del PP se pusieron de pie y estallaron en aplausos y vítores a su presidente, ni le dijeron: «viva la madre que te parió», sino que solamente cuando el portavoz de su partido, Víctor Martínez iniciaba un aplauso, los demás lo seguían, pero no hacían plaf, plaf, plaf, plaf con las manos, sino plaf?, plaf?.plaf... Tampoco tuvo mucho éxito el discurso entre los líderes de la oposición, porque el único que tomó notas de lo que se decía fue Óscar Urralburu, de Podemos. Miguel Sánchez, de Ciudadanos, se dedicó todo el tiempo a subrayar qué sé yo qué papeles, y Joaquín López, del PSOE, no escribió ni una línea, el tío.

Si que hubo algún cachondeito en las filas de la oposición en un par de ocasiones, sobre todo cuando López Miras dijo que va a llamar al presidente de AENA, Jaime García Legaz, para que venga a explicar cómo va lo del aeropuerto. Sobre todo los socialistas gastaban bromas como «ya no lo llames, que no está», y cosas de peor gusto. López Miras contraatacó poniendo en duda a cada rato que las cosas que había comprometido Rajoy en infraestructuras las vaya a mantener el nuevo gobierno de Pedro Sánchez, provocando alguna risa cuando dijo que lo de las carreteras nuevas ya se estaba retrasando. «Hombre, si llevan una semana», decían los sociatas con recochineo. Y se reían, los jodíos.

Algún personal de los medios -los hay rojos como su sangre-comentaban entre ellos, cada vez que el orador decía que iba a hacer esto o aquello, que cómo lo iba a hacer. Un ejemplo: «Vamos a duplicar el PIB en no sé cuánto tiempo', decía, él. «¿Cómo?», preguntaban ellos. Qué falta de respeto, oiga.

En fin, que hoy estará todo bastante más animado con el debate propiamente dicho, ya lo verán, que una cosa es soltar el rollo y otra la réplica y la contrarréplica, en la que pueden acabar, quizás, tirándose los trastos a la cabeza. Figuradamente, claro. Digo yo.