Es una de las zonas más áridas de Europa, y, sin embargo, en ella se ha producido un «crecimiento masivo y descontrolado» de regadíos ilegales en los últimos cuarenta años: 12.000 hectáreas del total de 50.000 de la cuenca del Mar Menor del Campo de Cartagena. Esta es la conclusión del informe ´La burbuja del regadío: el caso del Mar Menor´, elaborado por las organizaciones ecologistas Anse y WWF y presentado ayer en Murcia. El documento indica que ese 20% de regadío ilegal está ocupado principalmente por cultivos de hortalizas, cítricos, invernaderos y balsas de riego.

El estudio, centrado solo en la superficie agraria del Campo de Cartagena que drena en el Mar Menor, se ha elaborado mediante el análisis de ortofotografía, Sigpac, satélite y trabajo de campo, y ha partido de información facilitada por la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS).

En él se destaca «el mirar hacia otro lado» y «la falta de acción de las administraciones» competentes para frenarlo, y apunta a la CHS, a la Comunidad Autónomas y a los ayuntamientos.

Los vertidos de nitratos procedentes de esta actividad «y la mala gestión de la agricultura intensiva» han convertido este humedal en una 'sopa verde' por el exceso de nutrientes, con graves consecuencias ambientales y sociales, «y para la que ahora será necesario aplicar costosas medidas de restauración», destacan los autores del trabajo, que está firmado por Pedro García Moreno, Antonio Daniel Ibarra Marinas y Jorge M. Sánchez Balibrea.

Tampoco se han librado las zonas protegidas de la puesta en marcha de nuevos regadíos sin permiso, lo que ha llevado a las organizaciones agrarias a presentar denuncias. Pedro García, portavoz de Anse, mostró la resolución de la CHS en la que se ha propuesto la apertura de un expediente sancionador a los titulares catastrales de las parcelas, que en total suman 150 hectáreas, por el uso privativo de agua para riego. Fincas, además, ubicadas en la Zona de Espacial Protección para las Aves (ZEPA) Monte El Valle, Sierras de Altaona y Escalona, en Sucina. «Pero siguen regando».

Enrique Segovia, representante de WWF, destacó que llevaban viendo «muchos años» cómo la agricultura «intensiva y sobreexplotadora del agua dulce» deterioraba otros espacios naturales, como el parque de Doñana o Las Tablas de Daimiel. «Aquí ha pasado lo mismo; es un modelo que genera beneficio económico para la agroindustria mientras deteriora los recursos y usa el agua como un bien ilimitado».

Pedro García lamentó que muchos de estos regadíos ilegales hayan crecido al amparo de «grandes infraestructuras de desalación».