El día a día en el Centro de Día de Adaner es un no parar en el que los pacientes no tienen tiempo para aburrirse. Así lo describe Patricia, una de las pacientes que en estos momentos asiste a diario a este centro de la asociación. La rutina empieza a las nueve y media de la mañana pasando por la báscula. Y es que, cada día, los terapeutas pesan a los usuarios para hacer un seguimiento pormenorizado de su evolución. Tras ello, durante 20 minutos pueden hacer uso de los baños, que tienen un horario de apertura específico.

«Todo es muy autogestionado, nos dan mucha libertad», asegura esta usuaria, que cuenta que se nombra a una ´encargada del baño´, que se encarga de abrir y cerrar a las horas establecidas. Después, terapia, almuerzo y talleres de una hora y media de duración, que incluyen temas como salsa, teatro, educación sexual, percepción del cuerpo... Tras la comida, tienen un tiempo de descanso, terapia, merienda y otro taller antes de terminar la jornada. Además, en cualquier momento de la jornada pueden reunirse con el psicólogo. Destaca los talleres de nutrición que realizan cada martes, en los que les explican claves para alimentarse bien y desmontan mitos. «Son muy útiles y destrozan todas las teorías que nos habíamos formado», apunta.

«El primer día entré muy mal», recuerda Patricia, quien reconoce que «enseguida me di cuenta de lo útil que es y lo mucho que ayuda estar en contacto con otras personas que están pasando lo mismo que yo y que me entienden». Recomienda a quienes crean que presentan los síntomas de padecer un trastorno de la conducta alimentaria «que no tengan miedo» y acudan a centros especializados o asociaciones porque «hay mucha desinformación con respecto a estas enfermedades» y «aquí no encierran a nadie en contra de su voluntad».

El tratamiento se divide en tres fases, de modo que los pacientes pasan de una a la siguiente en función de unos objetivos personalizados. «Al principio puede parecer que vas a perder tu tiempo porque pasas el día en el centro, pero realmente, si yo no hubiera entrado aquí, por mucho tiempo libre que tuviera no habría sido capaz de aprovecharlo, antes de llegar no tenía vida», admite.

«Me da pena que no esté al alcance de todos, no todo el mundo que lo necesita puede permitirse entrar al Centro de Día», explica, ya que «funciona muy bien» y lamenta que no haya más subvenciones públicas para los tratamientos especializados, que pueden superar los mil euros mensuales. «Es una enfermedad para ricos», recuerda que dijeron sus padres cuando ingresó en Adaner. «La asociación hace lo que puede pero no es suficiente para todas las personas enfermas que necesitan entrar». Lamenta que no se valora este tipo de enfermedades ya que «se piensa que es cosa de adolescentes que quieren estar delgadas» pero «es un trastorno neurológico grave que afecta a todas las edades y sexos».

Avanzando poco a poco

Avanzando poco a pocoEl pasado 6 de febrero, esta usuaria entraba por primera vez al Centro de Día de Adaner. Recuerda que hace unos dos años empezó a presentar síntomas del trastorno de la alimentación que padece y algún tiempo después, en septiembre de 2016, acudió al médico de familia, quien no le dio importancia y le aseguró que eran «problemas de la adolescencia». Entonces, «me fui a casa pensando que estaba loca». Más tarde se mudó a otra ciudad y, allí, «no pude gestionar la enfermedad y toqué fondo». Reconoce que allí «todo se descontroló muchísimo, me convertí en una persona totalmente diferente y no era capaz de salir de la cama». Fue el ultimátum de su pareja, que le dio un plazo para hablar con su familia y contarles qué estaba pasando, lo que la hizo reaccionar. En enero de este año, tomó la decisión de entrar al Centro de Día. Ahora, trabaja a diario por recuperar su vida.