Desde el pasado jueves Manuel Hernández Córdoba es académico numerario de la Academia de Ciencias de la Región de Murcia. Catedrático de Química Analítica de la Universidad de Murcia (UMU), el profesor disertó sobre las concentraciones de sustancias en la muestra analítica. Aunque reconoce que no es competencia suya directa, subraya como uno de los principales problemas medioambientales actuales la acumulación de los residuos plásticos. «Hay que restringir su uso; es un problema muy serio».

Últimamente se ha acuñado un término, el de quimiofobia, que no gusta nada a los químicos, y que supone una aversión o prejuicio contra sustancias químicas o la química en general.

Es cierto que la química tiene mala fama, sobre todo en los últimos tiempos, porque sólo trasciende a la sociedad los aspectos más negativos de estos componentes. Algo que yo me esfuerzo en contrarrestar en las charlas divulgativas que doy. Sólo se pone sobre la mesa lo más llamativo de los casos que salen a la opinión pública, como los peligros que encierran algunas sustancias para la salud o para el medio ambiente. Pero lo cierto es que la química en sí no ensucia, por ejemplo. Quien ensucia es la persona que hace un mal uso de ella. La química es limpia. Y desde el punto de vista de la salud tenemos muchos ejemplos de que estas sustancias son imprescindibles para curar enfermedades; sólo las provocan, de nuevo, si se hace un mal uso de ellas. Es como decir que todas las navajas son peligrosas, cuando lo cierto es que el peligro está en quien las manipula.

Es decir, que hay dos caras de una misma moneda.

La cuestión es que hay que ponerlo todo en perspectiva, porque la química per se ni mata ni contamina el medio ambiente. Es un mensaje que intento siempre que quede muy claro. No habría repercusiones negativas ni problemas en su uso si quienes la manipulan cumplieran con la legislación vigente.

Sin embargo, han llegado recientemente a la opinión pública casos preocupantes, como el dopaje de los deportistas o las sustancias que contaminan las aguas, como los estupefacientes...

Yo en estos casos distinguiría claramente entre cantidad y concentración de la sustancia. Ahora, y gracias a la evolución de los aparatos de medición, que son cada vez más precisos, somos capaces de encontrar cantidades de sustancias químicas en una proporción de ´x´ partes por trillón. Por eso, cuando se dan noticias de que se han encontrado opiáceos o productos cancerígenos en determinados alimentos, o sustancias contaminantes en espacios naturales, a continuación se debería especificar su concentración y cuánta cantidad sería necesaria para que se convirtiera en un peligro para la salud o para la naturaleza.

Es decir, que en su opinión, falta ponerlo en la perspectiva justa.

Totalmente. La gente, en general, no sabe interpretar lo que significa la cantidad detectada de la sustancia en cuestión y se va a lo más llamativo, que es asustar. Echo en falta esa matización. Por ejemplo, en el caso que se ha conocido hace poco de una sustancia, la acrilamida, que se asocia a los alimentos tostados como el café, que puede provocar cáncer. Pero falta por decir qué concentración tiene y qué cantidad debes tomar para que haya peligro. Yo puedo decir que no me preocupa en absoluto y seguiré tomando café. No se debe alarmar a la sociedad más de lo estrictamente necesario. Insisto, el problema está en la cantidad más que en la sustancia. Y ya lo decía en el siglo XVI Paracelso, un famoso químico: «Nada es veneno, todo es veneno, solo la dosis hace veneno».

¿Algún otro caso mediático que se ha ido de las manos?

Uno que casi todos conocerán: el de la acusación de dopaje al ciclista Alberto Contador. Se le encontró en los análisis clembuterol en la orina, pero era una cantidad extremadamente pequeña. Y desde luego, no se da ninguna pedalada de más con la cantidad que le encontraron. El problema en este caso, es que la legislación no especifica qué cantidad mínima se debe encontrar para considerarlo dopaje. Solo que esté exento.

Antes ha comentado que se alarma en exceso a la sociedad con estos temas.

Sí, y me gustaría transmitir un mensaje de tranquilidad. Nunca han estado tan bien controlados los alimentos y el medio ambiente como en la actualidad. La legislación es cada vez más exigente. Lo que hace falta es que se aplique y que quien la transgreda que lo pague.

Si usted tuviera que destacar un problema medioambiental entre tantos que tenemos, ¿por cuál se decantaría?

Me preocupa mucho la acumulación de los residuos plásticos. Es un problema enorme, pues aunque el plástico es imprescindible para muchas de las cosas que nos rodean, hace relativamente poco que lo estamos utilizando y no tenemos experiencia en su manejo. No somos conscientes de que es muy dañino para el medio ambiente. Hay que restringir su uso o regularlo muy bien. No se degrada bien y nos deshacemos de él malamente.

De nuevo la mano del ser humano.

Aunque la naturaleza es un medio vivo y se transforma, la presión antrópica es tan grande que amplía, magnífica, la dispersión de los productos químicos. Ante eso, es la legislación quien debe acotarlo y el Ejecutivo quien debe sancionar las malas prácticas.