Cáritas ha detectado, tanto en la Región como en otras comunidades españolas, que el perfil de la pobreza ha cambiado. En este sentido, constata que se ha pasado de atender masivamente a trabajadores de clase media y baja, a quienes la crisis había dejado en la estacada, a personas en exclusión severa, con necesidad no sólo de alimentos o de encontrar un empleo, también con falta de vivienda o con graves problemas físicos o mentales.

«El drama de la pobreza y la exclusión social nos pone, como sociedad, ante el reto de un gran pacto social que, con el compromiso de todos los actores sociales, aborde de una forma diligente y de impacto el enorme sufrimiento que provoca en personas y familias», destaca la Memoria 2017.

Una de las situaciones que más preocupa es el de las personas que viven en la calle y sufren graves problemas mentales o físicos.

También están aumentando la asistencia a personas inmigrantes y refugiadas, «que además tienen graves dificultades por cortapisas de tipo administrativo para renovar los permisos de trabajo».

Cáritas en la Región cita en su Memoria un ejemplo. «Mulai se mudó a la casa de acogida de El Raal cuando cumplió los 18 años y tuvo que dejar el Centro de Protección al Menor. Desde entonces, con ayuda de Salva, estudia español para poder llegar a ser mecánico en un futuro, que es lo que le apasiona». Y otro: «Viqui, es un ejemplo de compromiso, vecina del pueblo y dueña de una tiendecita, participa llevando comida a las viviendas de acogida cada vez que tiene oportunidad y anima a su entorno a colaborar en la medida de sus posibilidades».

El objetivo, al fin y al cabo, es «crear un espacio de esperanza para la inclusión social y laboral que movilice el compromiso del conjunto de una sociedad».