Son regantes y son trasvasistas. Lo han dicho por activa y por pasiva. Han encargado un estudio técnico para demostrar que son posibles nuevas interconexiones entre cuencas en la Península, con las que no sólo se beneficiaría el Levante, sino a todos los territorios por los que pasen las infraestructuras.

Entre las cinco alternativas apuntadas en el estudio encargado por el Sindicato Central de Regantes Tajo-Segura (Scrats), y que incluyen a tres cuencas cedentes (de nuevo la del Tajo, pero esta vez en su tramo medio, del Duero y del Ebro), la balanza de preferencias de los regantes se inclina hacia la del Duero.

El estudio, que lo tiene hace meses el Ministerio, lo han conocido recientemente los representantes de los partidos políticos en la Asamblea Regional. Y con él los agricultores quieren insistir en el mensaje de que para atender las necesidades del regadío en el Levante es necesario, en primer lugar, el Trasvase Tajo-Segura, «y después lo que venga». Es decir, la desalación, la reutilización de las aguas residuales, la explotación de los acuíferos, la cesión de derechos del agua...

Todo, con el objetivo último de paliar el déficit de recursos de la cuenca del Segura (cifrado en 400 hm3 anuales) y que se pueda acoger en el Pacto Nacional del Agua que está elaborando el Ministerio de Agricultura.

Los nuevos trasvases forman parte de las actuaciones a largo plazo, y en los estudios se han tenido en cuenta varias variables (como los trazados y las afecciones medioambientales de la zona por la que pasarían las infraestructuras) para defender su viabilidad. Además, se dan dos cifras: una más conservadora y otra sobredimensionada o máxima.

En el caso del Tajo medio, las nuevas conexiones con el acueducto al Segura en vigor, partirían o desde aguas abajo de Toledo o desde el embalse de Azután. Y en ambos casos llegarían al canal del Trasvase a la altura de la Roda. Candidad manejada: 250 hm3 al año de mínima y 450 hm3 de máxima.

Entre 250 y 500 hm3

La opción del Duero, también en su tramo medio, se iniciaría aguas abajo de la confluencia de los ríos Pisuerga y Adaja y enlazaría con el trazado que se planteó en el Plan Hidrológico Nacional del año 2000 entre el Bajo Duero (Villalcampo) y el embalse de Entrepeñas (en la cabecera del Tajo y desde donde parte el acueducto al Segura).

La transferencia tendría capacidad por sí sola para derivar 250 hm3 de agua al año, según el estudio. Pero con la posibilidad de incrementar esta cantidad hasta los 500 hm3. En el primer caso no afectaría al cumplimiento del Convenio de Albufeira, firmado con Portugal, ya que el Duero desemboca en el país vecino. En el segundo caso, y según la propuesta técnica, debería analizarse «con detenimiento» la repercusión sobre este acuerdo y, en su caso, sobre el sistema de los saltos del Duero.

En el convenio alcanzado con Portugal se plasma el régimen de caudales necesarios para garantizar el buen estado de las aguas y los usos actuales y futuros de las cuencas comunes.

Y finalmente, las dos derivaciones desde el Ebro partirían desde Tortosa o desde el Canal Imperial de Aragón. El canal desde la desembocadura conectaría con el canal de la margen derecha del Postrasvase aguas arriba del embalse del Mayés. Desde el Ebro medio, partiría desde el canal y la confluencia con el río Jalón hasta el pantano de Entrepeñas. Los regantes podrían recibir entre 250 y 500 hm3/año.

Aunque en un principio los regantes no han querido elegir una u otra opción, lo cierto es que se decantan por la conexión desde el Duero Medio, por ser la que ofrece más posibilidades de vertebrar los territorios por los que discurriría la infraestructura: los 500 hm3 de agua máxima a trasvasar podrían aportar recursos a la Mancha oriental y al Guadiana, por ejemplo.