Que el campo de la Región de Murcia es innovador ya se sabe desde hace años, así como su inquietud por buscar nuevos mercados con los productos tradicionales, y ahora, siguiendo las 'modas' de los mercados, con variedades y cultivos que hasta hace poco ni se conocían.

Si en el campo de la fruticultura se está ya trabajando hace tiempo para cultivar frutas tropicales, como el mango, la papaya, la chirimoya o la pitahaya, entre otras, ahora le ha tocado el turno a la horticultura, y la 'huerta de Europa' ya se ha lanzado a producir hortalizas con nombres que apenas se encuentran en los comercios locales.

Cada vez es más la superficie dedicada en la Región de Murcia a estos cultivos y según fuentes de la Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería y Pesca, «son productos que se vende casi exclusivamente fuera, se exporta casi todo y lo hacen empresas muy especializadas».

Entre estos nuevos cultivos destacan el kholrabi, el pak choi, Kale o col rizada, y la calabaza 'cacahuete'. El brocoflor o romanesco (mezcla entre brócoli y coliflor), el bimi; y, en el campo de las ensaladas, los canónigos y la rúcula, entre otros, también están ganando espacio en los campos.

«Muchos de ellos se venden por sus grandes propiedades nutricionales e incluso entran en el concepto de alimentos probióticos», añaden las mismas fuentes.

Es decir, alimentos que contienen microorganismos vivos que, cuando son suministrados en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud del organismo.

La superficie mayor del cultivo de estas hortalizas está en el Campo de Cartagena y entran dentro del concepto de los denominados por la Unión Europea como 'cultivos menores' por su reducida superficie de cultivo y de consumo.

La UE está trabajando en la elaboración de una normativa específica y en un programa de trabajo para favorecer el registro de productos fitosanitarios aplicados a estos tipos de productos.

La comercialización de estos cultivos precisa de canales poco convencionales, muy concretos y minoritarios.

Javier Soto, vicepresidente de la Asociación de Productores y Exportadores de productos Hortofrutícolas, Proexport, explica que «cada vez más el agricultor busca productos con mayor valor añadido en los que priman el sabor y el aroma».

El también gerente y director de producción de la empresa hortícola Agrar Systems de Balsicas (Fuente Álamo), añade que la presión de las cadenas de distribución de alimentos había provocado que estas características se perdieran . «Nos han pedido alimentos estandarizados, convencionales y de larga duración», apunta.

La tendencia, sin embargo, es hacia productos más novedosos, más complejos de producir y con los que el consumidor disfruta más, destaca Soto. Estos son los cultivos 'menores', un abanico de hortalizas de hoja, de calabazas y rábanos, entre otros.

«Y junto a ellos, también se ha producido un incremento importante de productos más tradicionales, como la espinaca; mientras que se demandan lechugas más crujientes, sabrosas y dulces; y también más variedad de pimientos e incluso de tomates», añade.

No es ajeno ya al campo murciano ver explotaciones con una variedad de melón piel de sapo más sabrosa, con más azúcar y con la carne más dura.

En el campo están entrando nuevas variedades de calabazas, dejando de lado la tipo 'ruperta' tradicional, y no es difícil encontrar la que tiene forma de cacahuete, variedades de patata temprana sin piel.

«Aunque no son grandes cantidades, frente a los cultivos tradicionales, cada vez se están haciendo más hueco en el campo, porque si algo tenemos claro los productores es que tenemos que diversificar la oferta con productos que tienen distinto valor añadido», puntualiza el dirigente de Proexport.

De hecho, algunos agricultores van de la mano con chefs famosos, que les animan a cultivar una u otra variedad de productos.

«Todos estos cambios dan no pocos dolores de cabeza, pero a quienes nos gusta esta profesión lo vivimos como un reto», destaca Soto, quien añade que también en los campos es habitual ya la coexistencia de cultivos tradicionales con los ecológicos o 'bio'.

Pese a que en las explotaciones de la Región se está apostando por la agricultura ecológica Javier Soto mostró sus dudas sobre los beneficios que este tipo de forma de cultivos tiene sobre el medio ambiente.

«Sabemos que 1 hectárea ecológica produce la mitad en kilos de lo que lo hace una convencional; por lo tanto, para producir lo mismo necesitas utilizar el doble de terreno, agua y demás elementos, por lo que supone una incógnita saber si esto es más o menos sostenible», sostiene.

El empresario recuerda que la agricultura tradicional ya utiliza sólo un 40 por ciento de abonos de lo que lo hacía antes y en cuanto al uso de fungicidas o fugisanitarios «es tan mínimo que se puede decir que no se aplican, por lo que muchos productos salen con residuos cero o casi cero». Lo normal es que se aplique un 30 por ciento menos con carácter general.

Y eso vale tanto para los cultivos 'mayores' como para los 'menores', insiste.