La consultora Deloitte ha tenido en cuenta cuatro escenarios posibles para el futuro a medio y largo plazo de los mercados agroalimentarios, en los cuales tiene en cuenta distintas variables. «Son los más plausibles y cualquiera de estos escenarios podría ser una realidad en 2030. Pero lo más seguro es que no se produzca uno solo, sino una combinación de varios», comenta Enrique Egea.

En cualquier caso, estas posibles variantes son desafíos que «deben hacer pensar y empezar a tomar decisiones tácticas a los empresarios», indica. La evolución de la demanda y la conectividad de los mercados son las dos incertidumbres o variables que pueden hacer que la balanza caiga en favor de un escenario u otro, según los expertos.

«Los actuales sistemas de alimentación mundiales requieren una transformación fundamental para satisfacer las necesidades de la población global», insiste Enrique Egea.

Consumo descontrolado

Con mercados conectados globalmente y un consumo de recursos intensivo, el crecimiento del PIB mundial es alto, pero a un coste medioambiental también elevado. Los consumidores vienen a ser los ‘reyes’ de los mercados y ellos son los que marcan qué se produce y en cuánta cantidad. El comercio se acelera y se echa mano de la tecnología para lograr una producción eficiente y una mayor productividad, por encima de todo. En este escenario son los productos lácteos, la carne, y los alimentos procesados los que tienen una mayor demanda. En este escenario la obesidad entre la población y los costes sanitarios se disparan al igual que la huella alimentaria (da igual desde dónde nos llegue el producto). También se prima unos precios más bajos. En este caso se trabajaría pensando en el corto y medio plazo y habría una gran incertidumbre de futuro en el sector.

Sostenibilidad de código abierto

En este escenario se plantea un futuro de mercados altamente conectados y consumo de recursos eficiente. Se incrementa la cooperación internacional y la innovación, si bien puede dejar detrás a determinados actores de la cadena alimentaria. «Se basa, pues en una filosofía de beneficio mutuo entre los países en los que no se contempla ningún tipo de proteccionismo interior. «Desaparecen los ‘graneros’ a nivel mundial y la producción es más estándar y homogénea», explica Egea. Los consumidores son conscientes del verdadero coste de los alimentos y qué problemas se pueden dar tanto en el medio ambiente como en la salud de las personas. Los mercados demandan más productos bio y nutritivos y se produce una transformación en el mundo rural que atraen a más jóvenes al campo. «Tal vez sea el escenario más favorable de todos», comenta el responsable de Deloitte en la Región de Murcia.

Supervivencia de los más ricos

En un mundo de consumo de recursos intensivo y de mercados desconectados, la economía global crece lentamente y existe una marcada división entre quién tiene recursos productivos y quién no. Es el futuro más complicado, en el que se produce una desconfianza entre los mercados, a la vez que crece la volatilidad de los mismos. Se ‘cierran’ las aduanas, se ponen trabas a la importación y a la exportación de alimentos... «Priman las políticas aislacionistas en el que cada país defiende lo suyo», describe Egea. El cambio climático es imparable y se complica la distribución eficiente de los productos.

Transición de lo global a lo local

Por último, en un mundo de mercados fragmentados a nivel local y consumo de recursos eficiente, aquellos países más ricos en recursos se focalizan en el mercado local, mientras que las regiones dependientes de importaciones pasan dificultades por falta de alimentos. El triunfo de los productos locales lleva a que prime la agricultura urbana, con una huella medio ambiental mínima. «Se consumen los alimentos de temporada y los que están cerca de nosotros, y proliferan las políticas y dietas sanas, con más vegetarianos», expone Egea. En este escenario, sin embargo, proliferan los focos en los que la población pasa hambre.

Los expertos tienen claro que para llevar a cabo esta transformación, ya sea incentivando un consumo sostenible, poniendo el foco en la calidad, potenciando la colaboración o promoviendo la aplicación de innovaciones como robótica e inteligencia artificial, «se requiere del compromiso responsable de todos los actores involucrados». Y todo lo anteriormente expuesto se basa en una sola pregunta: ¿Es posible alimentar de formar nutritiva y sostenible a 8.000 millones de personas en el horizonte de 2030, es decir, en doce años? Ese es el principal reto de la producción agrícola actual.