La receta diferida es una de las iniciativas en las que trabaja la Consejería de Salud para reducir el consumo de antibióticos. Con éstas, el pediatra da a los padres del niño enfermo la prescripción del antibiótico, pero les avisa de que sólo lo utilicen como último recurso si ven que el menor empeora en días sucesivos, informándoles también de las consecuencias negativas que puede tener el abuso de estos fármacos sin ser necesario. De esta forma, tanto los padres como el propio pediatra se quedan más tranquilos , ya que saben que cuentan con este recurso en el caso de que sea necesario.

La buena acogida de esta medida se ve reflejada en que sólo en el 20 por ciento de las recetas diferidas el medicamento es retirado de las farmacias, «lo que refleja la responsabilidad de los propios padres», según explicó ayer a LA OPINIÓN la directora general de Planificación, Investigación, Farmacia y Atención al Ciudadano, María Teresa Martínez Ros.

El uso inapropiado de antibióticos en medicina humana y veterinaria pone en peligro su efectividad, ocasionando un incremento de las resistencias bacterianas y la diseminación de gérmenes multirresistentes, lo que genera una importante amenaza para la salud pública. La resistencia a antibióticos es un problema particularmente importante en pediatría porque durante los primeros años de vida se concentran la mayoría de las infecciones respiratorias cuya etiología es fundamentalmente viral y no bacteriana y sin embargo, se produce la mayor exposición innecesaria a antibióticos de toda la población general.