Pero ¿quién es Miriam Guardiola?

La mujer desconocida y a la que todo el mundo quiere conocer. En la vida política no se había estrenado hasta ayer, pero su trayectoria profesional es intensa, a pesar de su juventud: en la hemeroteca de LA OPINIÓN constan entrevistas y noticias sobre el asunto principal de su competencia como abogada, la delincuencia digital, un espacio todavía por explorar y en el que se buscan expertos, si los hubiera. Ella se ha adelantado a ocupar el hueco. La llaman desde todos los puntos del orbe: Murcia, España, Europa 0 Hispanoamérica, y todavía le queda campo en África y Oceanía. Anda de acá para allá dando cursos y conferencias. En su pueblo, Cieza, dirían, si la conocieran, que es una eminencia en lo suyo. Como consecuencia, hace mucho turismo profesional, lo cual ya es algo para la encomienda de López Miras: consejera de Turismo y, por añadido, de Cultura, que para algunas mentalidades es lo mismo, aunque todavía no se atreven a dejar de utilizar los términos por separado. La familia de Miriam Guardiola dispone de una hospedería en la calle San Lorenzo de Cieza, dicen que de alta calidad, lo cual también debe ser un punto.

En los últimos tiempos se había apuntado a cursos de locución, tal vez para intentar modular ese deje ciezano de las vocales abiertas, reconocible hasta en Sebastopol. Un acento delicioso, pero demasiado localista para los foros internacionales. Me aseguran que en esta, como en otras disciplinas, se ha superado en poco tiempo, gracias a sus aptitudes. Se deduce de ella un afán perfeccionista y una inquietud sin límites, y se la intuye torrencial en la aplicación a sus empeños.

Hasta ahora era tertuliana de Popular TV, la tele de José Luis Mendoza (UCAM), de modo que no es sospechosa de heterodoxia. Ha estado o está en la junta directiva del Colegio de Abogados, al frente de las ‘juventudes’ de la profesión (Jóvenes Abogados), lo que ha hecho suponer a algunos que podía venir recomendada por el también abogado y exdirectivo del Colegio Pedro Rivera, el consejero más a mano de López Miras, pero otras fuentes más consistentes aseguran que el consejo proviene de Teodoro García, el ciezano diputado al Congreso, quien ve en ella la perfecta candidata a la alcaldía de la localidad para 2019. Se trataría de foguearla en la Administración regional durante un año para hacerla desembarcar finalmente en la candidatura local si es que pasara la prueba. El PP de Cieza es un conflicto permanente, donde se han sucedido las escisiones, y parece requerir un nuevo punto de partida, ahí sí que una refundación.

El problema es que en Cieza nadie parece conocer a Miriam Guardiola, pues la ya consejera no se ha dedicado a la vida política y social. Pero juega a su favor que mantiene su despacho profesional en la ciudad, a pesar de sus muchos requerimientos externos. López Miras destaca de ella que es «una excelente comunicadora», aunque hoy los expertos en comunicación aparecen hasta debajo de las piedras, y lo son sólo si tienen algo sobre lo que comunicar. En Turismo y Cultura hay campo, salvo que son departamentos muy machacados por los cambios de titular, las reubicaciones administrativas y el despiste general de los políticos de gobierno acerca de cómo enfocar las debidas políticas. Aunque queda dicho que las inquietudes de la nueva consejera son varias y que se aplica a ellas con intensidad, da la impresión de que a veces pretende abarcar más de lo que sus compromisos le permiten.

Ejemplo: hace algún tiempo se ofreció a LA OPINIÓN para abrir un blog en la web del diario, que fue diseñado con el epígrafe Con la venia y ubicado en las pestaña correspondiente. En él aparece la fotografía que facilitó, en blanco y negro, y su personal apunte de perfil: «Soy abogada por vocación y mediadora por devoción. Apasionada de mi trabajo, hacer lo que más me gusta y hacerlo bien es mi objetivo, cada día. Mi lema es poner el corazón en todo lo que hago». Lástima que el blog permanezca abierto a la espera de la primera de sus colaboraciones, que nunca llegó. Y con la esperanza de que en su nueva dedicación al frente de Turismo y Cultura muestre una más sostenida constancia.

¿Qué cargo tendrá Severa González?

Hay quien asegura que la senadora autonómica del PP Severa González se ha enterado por este diario de que será sustituida por Francisco Jódar, consejero saliente de Agricultura y Agua, y que su disposición inicial no era colaborativa. Lo será. Lo más probable es que pase a formar parte del segundo escalón de la Administración en alguna dirección general como paso previo para ser candidata a la alcaldía de Jumilla. En realidad, como comentaba ayer, su plaza en el Senado se dio por carambola, ya que el puesto estaba destinado a Alberto Garre, a quien la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, ofreció el escaño para compensarlo tras la designación de Pedro Antonio Sánchez como candidato a la presidencia de la Comunidad, interrumpiendo la continuidad que el ejerciente pretendía.

Si este pacto se hubiera mantenido, hoy no existiría el partido Somos, que lidera el de Torre Pacheco. Pero Ramón Luis Valcárcel se negó en redondo a ofrecer nueva cancha política a quien había nombrado improvisadamente como su sucesor para escapar hacia el Parlamento Europeo una vez que Garre no se prestó a la maniobra de facilitar con rapidez la dimisión de su consejero Antonio Cerdá para sacar de la instrucción del juez Abadía, en el Tribunal Superior de Justicia, el caso Novo Carthago, que también implicaba al entonces todopoderoso líder regional. Esto permitió que salieran a la luz, como fruto del final de la instrucción en el TSJ, algunos asuntos poco decorosos sobre Valcárcel, y en el entorno de éste se entonó un lema sobre Garre y sus allegados: «Que se vayan al puto paro».

La consecuencia política es que al PP le ha salido un competidor electoral de muy molestas consecuencias. De modo que saltándose la palabra de Cospedal, el entonces presidente del Comité de Listas, Antonio Sánchez Carrillo, recibió la orden de que llamara a Severa González para lanzarla al Senado. Su cargo fue fruto de una improvisación, y ahora le toca reacomodarse a consecuencia de otras necesidades ajenas a las suyas. Pero, ya está dicho, tendrá plaza en la Administración regional como paso previo a la convocatoria municipal en su localidad, Jumilla.

¿Por qué sufre Francisco Jódar?

No cabe duda de que al exconsejero de Agricultura y Agua la destitución le ha sentado como un tiro, y esto a pesar de que tendrá asiento en el Senado como premio de consolación. Pero lo cierto es que se ha ganado el cese, pues su gestión no puede ser más anodina. De hecho, si hay algún relevo indiscutible es el suyo. Entró en la consejería con aires de combate frente al ministerio, pero bastó una visita a Madrid para que lo devolvieran a Murcia completamente sedado. Desde entonces no se ha recuperado, y las relaciones con la ministra Tejerina han sido nefastas, hasta el punto de que ésta no quiere ni oír hablar de Murcia.

Jódar no ha entendido que un consejero ha de servir de telonero a su presidente en vez de crearle problemas. Sus declaraciones de despedida, antes de la remodelación, se referían a los caudales sobrantes del Ebro y al aprovechamiento que se podría haber hecho de ellos en Murcia, sin reparar en que su partido, el PP, sustituyó con mayoría absoluta al Gobierno de Zapatero, y podría haber recuperado aquel proyecto de trasvase. ¿Contra quién se quejan en el PP cuando apelan al trasvase del Ebro si no es a la política de Rajoy? Con su discurso quejica, nostálgico e inoperante, sin ofrecer la cara y sin solvencia argumental, estaba pidiendo a gritos el relevo. Por si fuera poco, ha bastado que en Lorca fuera sustituido hace meses en la alcaldía para que Fulgencio Gil haya empezado a ensayar una política más vigorosa, incluso contra los vientos adversos que se ciernen sobre las siglas.

El político al que el PP, tras los terremotos de la Ciudad del Sol, quiso presentar como el Giuliani murciano, nunca ha pasado de ser un correcto administrativo, amable, buena persona y tal. En su última etapa, Jódar ha sido víctima del mal de altura, y por eso sufre y ha mostrado reflejos infantiles impropios de quien acumula muchos años en la vida política. Su sustituto, Del Amor, ha exhibido desde su dirección general mejores actitudes políticas con menor entrenamiento. A Jódar, las siestas en el Senado le vendrán bien.

¿Por qué Miras sustituye a ‘los buenos’?

La pregunta es: ¿Por qué caen Juan Hernández y Andrés Carrillo si eran consejeros incontestados? No hay que darle muchas vueltas. En el primer caso, el del consejero de Empresa, se trata de un asunto de desintonía. No había química entre consejero y presidente. Hernández se entendía a la perfección con quien lo nombró inicialmente, Pedro Antonio Sánchez, pero a López Miras lo menospreciaba implícitamente. Tal vez no pretendía hacerlo, pero es claro que transmitía sin querer un distanciamiento. Al presidente le decía que sí a todo, y después hacía la que consideraba más conveniente. En el Gobierno, en este último Gobierno, Hernández flotaba. López Miras, aun a sabiendas de que este relevo podría traerle reproches de los sectores encomendados a esa cartera, tenía decidido desde hace tiempo que debía anteponer el factor confianza a cualquier otra consideración. Y eso lo explica todo. El famoso factor humano.

En el caso de Andrés Carrillo todavía sobresale más la sorpresa del relevo, ya que Miras trabajó con él en la consejería de Hacienda en los tiempos del Gobierno Garre, y ambos han coincidido en distintas etapas de sus respectivas trayectorias, siempre muy bien entonados. Carrillo, por lo demás, era un consejero querido por el resto de sus compañeros, pues a la lógica del ‘doctor no’ que cabe suponer de entrada a los consejeros que manejan el presupuesto se añadía siempre su disponibilidad para atender y tratar de solucionar los problemas de gasto de las distintas consejerías. Por otro lado, había venido mostrando capacidad de diálogo con el resto de las fuerzas políticas y se había acreditado el respeto de todos, gracias sobre todo al rigor técnico fruto de la experiencia de años en el segundo escalón de la Administración autonómica. Su relevo es difícil de explicar salvo por el hecho de que ocupaba el sillón que mejor encajaba a quien habría de ser su sucesor, una personalidad política más desenvuelta, con iniciativa más allá de la pura gestión y con disposición a proveerse de autoridad en toda negociación.

En realidad, el mejor papel político de Fernando De la Cierva fue ejercido en su etapa de consejero de Presidencia en el penúltimo Gobierno de Valcárcel, cuando se empeñaba en meter política en las reuniones de los Consejo de Gobierno para impedir que resultaran anodinos. Por esta razón, a la hora de recuperar a De la Cierva, hay quienes piensan que lo más práctico habría sido adjudicarle Presidencia, que es el motor político del Gobierno (véase el caso de Sáez de Santamaría en las reuniones de subsecretarios previas a los Consejos de Ministros), pero hay también quienes opinan que precisamente porque este consejero tiene actitudes dinámicas es preciso aprovecharlas, pero sin darle todo el carrete, pues «tendería a pasarse». En el fondo, De la Cierva va a desarrollar su nueva ocupación combinándola con la que mantenía hasta ahora en la sombra, la de consejero y asesor político del presidente. Del anterior, y también de éste.

¿Habrá más cambios en el Gobierno?

Una vez resuelta la incógnita de la remodelación en las alturas, empieza la pedrea del segundo escalón. Ya puede advertirse de que los cambios en esta escala serán escasos. Los habrá, sobre todo porque los movimientos en el partido y en el Gobierno requieren nuevas recolocaciones, y porque a los nuevos consejeros se les deberá aceptar algunas incorporaciones de confianza personal.

Pero los veteranos que aconsejan habitualmente a López Miras, exconsejeros de otros Gobiernos (léase Gómez Fayrén, Juan Antonio Megías...: «Escucho a todos y después hago lo que creo conveniente», decía hace un par de semanas el presidente) le han advertido de que un reguero de cambios paralizaría la Administración durante meses y ésta entraría en una fase prolongada de adaptación cuando el tiempo vuela, pues no se olvide que este Gobierno es el último cartucho hasta las elecciones, que están a la vuelta de la esquina, con la precampaña ya iniciada, entre otros actos con la propia constitución del nuevo equipo. Por otra parte, bastante se ha movido ya el avispero con las destituciones de consejeros para que se aviven más las contradicciones internas con nuevos ceses y recambios.

De modo que el grueso de la Administración permanecerá como hasta ahora, salvo escasos cambios de readaptación, lo que debería traer tranquilidad y estabilidad tras el excesivamente largo periodo de expectativas previas a la remodelación.

¿Liderazgo subsidiario o personal?

Pasada la primera impresión de perplejidad tras la remodelación, cabe explicarla en un gesto del presidente para señalar su autoridad, como hace semanas hizo en el congreso de su partido. Allí barrió todo vestigio de la ‘vieja guardia’ y estableció un modelo que, como él mismo declaró a este periódico, está concebido ‘a su imagen y semejanza’, es decir, el de la nueva generación popular posvalcarcelista.

Este equipo podría permanecer inalterable incluso en el caso de que el PP sufriera un revés electoral más allá del previsible en las elecciones municipales y autonómicas de 2019, y esto porque no habría recambio posible. Pues bien, a la hora de facturar la remodelación del Gobierno, López Miras ha emprendido el mismo camino. Al prescindir de consejeros incontrovertidos pero ajenos a su sintonía ha enviado el mensaje de que nadie es imprescindible y de que hay repuesto para todos.

Aunque aquí, en el Gobierno, ha combinado a consejeros de su generación política con otros, como De la Cierva o Patricio Valverde, que apelan a ámbitos diversos. El primero ha sido capaz de situarse a caballo entre el valcarcelismo y lo que inicialmente significó Pedro Antonio Sánchez y ahora López Miras en continuidad de aquél, lo que lo convierte en un interlocutor con la parte políticamente activa del pasado reciente del PP; la presencia del segundo, Valverde nombramiento celebrado por CROEM, fuera o no sugerido por ésta (no era necesario), intenta reconciliar el experimento de incorporación de la nueva hornada con las esencias ‘murcianísticas’ en que el PP residencia una parte básica de su electorado: el gran empresariado, la tradición, el orgullo local como valor político y el anclaje en los mimbres del establecimiento.

Hay, por tanto, guiños para todos, con el mensaje añadido, ya digo, de que quien manda es López Miras, por si alguien pudiera dudarlo al pretender que su dirección política resultara dudosa. Por eso, ante la necesidad de adecuar la situación de Cartagena a la jugada política de encajar la que consideraba mejor candidata para la plaza, Noelia Arroyo, no dudó en sacar de la Autoridad Portuaria a Antonio Sevilla para colocar en ella a Segado, presidente local del partido. Era preciso que Sevilla, un hombre protegido por el exdelegado del Gobierno Joaquín Bascuñana, se apartara para dejar paso a su proyecto; no le tembló el pulso a la hora de relevarlo, y esto aunque tras el cese, Sevilla se fuera a cenar con Valcárcel, tal vez para lamentar entre ambos la ‘irresponsabilidad’ de estos jóvenes temerarios que no respetan nada.

¿Otro nuevo martirio de ‘padres’?

Estas operaciones que no se atienen a la lógica tradicional de la prudencia llaman más la atención por el hecho de que el PP está en una situación electoralmente delicada, y parece inconsecuente mover el avispero con tanta frecuencia y desenvoltura. Pero no hacerlo tal vez sería peor. Los riesgos para el PP proceden tanto de la acción como de la inacción, y López Miras parece haber elegido la primera. Además, la cultura interna del PP (como la de Podemos, la del PSOE, etc.) se sustenta en la autoridad del líder, a quienes sus simpatizantes prefieren percibir enérgico, aunque se equivoque, antes que vacilante o sometido. La historia del PP, en España y en Murcia, es una sucesión freudiana de martirio de padres.

En definitiva, una remodelación tan singular parece un gesto para remarcar la voluntad de un liderazgo personal que disipe la percepción de que éste se desenvuelve con reglamentos del pasado. En cualquier caso, la suerte está echada para el PP con este último (o eso se espera) equipo de campaña.