Pequeños gestos como escuchar al paciente o a la propia familia suponen un mundo. Pequeños gestos que están cambiando el ciudado a los pacientes críticos que se ofrece en la UCI del Hospital Virgen de la Arrixaca, centro de referencia regional, que está ´humanizando´ la atención sanitaria que presta. Hacer un servicio más accesible, mejorar los protocolos o los cuidados al final de la vida son algunas de las líneas en las que está trabajando el equipo liderado por el doctor Rubén Jara, jefe de servicio de la UCI de la Arrixaca, quien se ha metido de lleno en el proyecto HU-CI, avalado por la Sociedad Murciana de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias, y con el que se pretende ofrecer una medicina más humana y cercana.

Realmente todo se basa en atender al paciente como te gustaría que te atendieran a ti. En esa simple regla se encuentra la esencia de esta iniciativa que arrancó hace ahora un año y en la que se está avanzando de forma importante en los últimos meses. El doctor Jara explica que el proyecto se basa en ocho líneas de trabajo: puertas abiertas para ampliar el tiempo de acceso de los familiares; mejorar la comunicación; bienestar de los pacientes con mejoras para el descanso y protocolos de sedación; presencia de familiares durante los cuidados; atención al profesional; seguimiento post-UCI, ya que muchos desarrollan este síndrome; contar con una infraestructura organizada que permita mover a los pacientes o sacarlos a pasear al pasillo; y mejorar los cuidados al final de la vida en los casos de enfermos a los que no se pueden recuperar.

Dentro de este protocolo la UCI de la Arrixaca ya ha dado algunos pasos como ampliar los horarios de visitas más allá de las establecidas a las 13.00 y las 19.30 horas, permitiendo que algunos familiares puedan entrar a acompañar al enfermo, incluso quedándose por la noche. En estos casos se intenta respetar los tiempos dedicados al aseo de los pacientes o los momentos en los que se les debe trasladar para hacerles alguna prueba específica. «Siempre guardando su intimidad», dice el jefe de servicio.

Además, se establece atención espiritual y existe un protocolo de sedación para aquellas personas a las que hay que entubar o poner respiradores con el objetivo de que el paciente no sufra dolor.

El próximo paso que se quiere dar va a llenar de ritmo la Unidad de Cuidados Intensivos, ya que se quiere poner en marcha un proyecto de musicoterapia. «Existen algunas experiencias en Los Arcos y aquí queremos iniciarlo de forma paulatina», cuenta Rubén Jara, quien explica que se trataría de establecer unos horarios y que pudieran ir alumnos del Conservatorio a tocar piezas suaves con guitarra, violín o flauta, como hacen en otras zonas y servicios del hospital. Amor Gil, enfermera de la UCI, reconoce que cuando los profesionales tienen asumidas unas rutinas es complicado cambiarlas. «Llevamos un año en el proyecto HU-CI, pero los cambios son lentos y también estamos limitados por el espacio, ya que no podemos hacer una sala de espera para familiares o ampliar los boxes». No obstante, todos confían en que llegue la, tan esperada y anunciada, ampliación de la Unidad y así mejore en calidad.

La doctora Cristina Llamas, adjunta de UCI en la Unidad de Neurocríticos, recuerda que este servicio, además de prestar asistencia a los enfermos de la Arrixaca es referente regional para otras patologías, lo que hace que esta UCI absorba también a los pacientes de trasplantes, neurocríticos, cirugía cardiovascular, los grandes quemados o los politraumatismos causados por accidentes. Pacientes que se tienen que repartir en las 32 camas disponibles, un espacio que se quedó pequeño hace mucho tiempo.

Ingresos de hasta un año

La supervisora de enfermería de UCI, Mari Luz Alcaraz, dice que son ambiciosos, pero conocen sus propias limitaciones. De todas formas, «hay que intentarlo porque hay pacientes que han llegado a estar un año ingresados aquí y permitirles salir del box o que les dé la luz natural en la cara les hace un mundo», asegura. En esto también coincide la enfermera Ester Muñoz, quien afirma que tampoco hay que olvidarse de la atención a la familia. «Muchas veces ellos lo pasan peor que el propio paciente porque están fuera y no saben lo que ocurre, viven esta estancia con mucha incertidumbre y dejarles entrar o tener un gesto con ellos les hace un mundo», cuenta. Pequeños pasos que permiten avanzar.