«¡Agua, agua!». Fue la consigna más gritada por los manifestantes apenas hubieron puesto un pie en el suelo de la capital española tras el viaje en autobús desde diferentes puntos de Murcia, Alicante y Almería. La marabunta dirigió sus pasos, mientras organizadores y fuerzas policiales hacían un intento por controlarles e indicarles el camino, hacia la Puerta de Alcalá, el lugar acordado para que las miles de personas que acudieron a la llamada del Círculo Levantino por el Agua comenzasen la marcha reivindicativa, que habría de finalizar en la Plaza de Atocha, junto al Ministerio de Agricultura, con la lectura del manifiesto.

Entre un estruendo de pitos y gritos de protesta, Jaime Abellán, del grupo empresarial DQAgro afirmaba que él estaba allí para impedir «que nuestros territorios se conviertan en un desierto y perder los miles de empleos de los que trabajamos para mantener viva la 'Huerta de Europa'». Y es que esa era la principal preocupación que manifestaron la gran mayoría de asistentes : el agua como motor de vida...y de empleo.

«Si no hay agua no se siembra, y si no se siembra no hay trabajo. Tenemos muchísimos compañeros parados», contaron unos trabajadores de Balsicas (Torre Pacheco). Para un par de mujeres que pertenecían a la Cooperativa de Regantes de Torreagüera (Murcia), el problema no acaba ahí y no toda solución es válida: «El agua de desaladora, por ejemplo, está bien para un tiempo, para suplir una necesidad, pero no puede compararse -ni llegar a sustituir- con el agua pluvial, ya que la procedente de desaladora acaba desgastando la tierra».

María Costa, presidenta de la Asociación de Mujeres Rurales ´El Raiguero de Totana´, aprovechó la ocasión para elevar la queja a otra problemática, en su opinión, del sector: «Fíjate, ni una mujer al frente llevando las pancartas», señaló. Al grito de «farsantes» increpó a las asociaciones de regantes que iban a la vanguardia de la concentración y les reprochó que «no piensan en el pequeño agricultor, no están aquí por nosotros», lo que le valió enfrentamientos dialécticos con algún otro manifestante que se encontraba por los alrededores y que encontró en su postura «poco o ningún amor a los agricultores». Pese a tales desencuentros, María no desistió en su propia lucha, y prosiguió al frente de las pancartas y las primeras filas de la manifestación, llenas de miembros de diferentes sindicatos de regantes, a los que consideraba «como los políticos o aún peores».

La marcha prosiguió por el Paseo Del Prado, mientras los organizadores instaban a los manifestantes a «mantenerse tras las pancartas para que los medios os vean a todos juntos».

«De 10.000 hectáreas de terreno sólo se plantan 3, y encima con miedo a no poder terminar la campaña: la situación es insostenible», afirmaban cuatro jóvenes trabajadores del campo de Los Dolores (Cartagena), al tiempo que otros tantos, que pasaron a su lado, gritaban: «¡Abanilla también está aquí!»

La toma de Atocha

Las primeras filas de la protesta hicieron su entrada en la Plaza de Atocha como un contingente dispuesto a plantar la bandera en el primer terreno firme que encontrasen. Media hora después, en la misma plaza, no cabía un alfiler. La Fuente de la Alcachofa se vio repleta de manifestantes que no quisieron perderse la lectura del manifiesto.

Antes del mismo, y en conmemoración del Día de la Mujer, tres agricultoras de Murcia, Alicante y Almería, expusieron la importancia del agua en el empleo y en el futuro del Levante. Una de ellas echó mano de una cita del director de cine norteamericano Woody Allen para apoyar su discurso: «Me interesa el futuro porque es el sitio en el que voy a pasar el resto de mi vida».

Tras la posterior lectura del manifiesto por el agua del Círculo Levantino, los convocantes dieron por concluida, «por hoy», la movilización que les llevó a la capital de España.