Permítanme ustedes que hoy me sienta orgulloso de haber nacido en la Región de Murcia, de vivir aquí y de formar parte de este colectivo. 'Somos generosos' podría ser el lema que nos definiera, el que se editara en pegatinas que pusiéramos en el cristal trasero de nuestros coches. Y, además, somos generosos en los momentos más difíciles por los que puede pasar un ser humano: cuando algún ser querido ha fallecido y, bien porque esa persona lo tuviera decidido y acreditado antes de su muerte, o por la bondad de su familia, sus órganos son donados para ser trasplantados a los que los esperan para poder seguir viviendo. Efectivamente, con cualquier donación estamos hablando de algo que le va a mejorar, a alargar o a salvar la vida a otra persona, sea una bolsa de sangre, un riñón, el corazón, la médula, etc. No sé si alguno de ustedes, los que estén leyendo esto, ha tenido cerca a alguien que espera una donación para poder seguir viviendo, por ejemplo un enfermo de riñón que tiene que estar pendiente de una máquina cada día; o un enfermo de leucemia que ha de sufrir una quimioterapia tremendamente agresiva hasta que se encuentre un donante de médula que sea compatible con él o con ella, y que está en peligro de morir si no llega pronto ese trasplante. Son personas que viven pendientes de una llamada telefónica, de una llegada del médico a su habitación del hospital para decirle: «Tenemos lo que te hace falta; hay un donante». ¿Imaginan ustedes lo que eso supone para los que lo han vivido?

No hace mucho vi a una amiga que estaba en lista de espera para trasplante de riñón. Es una mujer de alrededor de sesenta años: «Ya me han avisado en dos ocasiones para un trasplante, pero diciéndome que estaba en tercer lugar, es decir que había dos personas por delante de mí para recibir el órgano. En el caso de que esas personas no estuvieran preparadas o en condiciones físicas para el trasplante, el riñón me llegaría a mí. Pero no me llegó, así que estoy esperando, pero con gran ilusión», me contó. Efectivamente, hace un mes le tocó por fin. Ha sido trasplantada, y está estupendamente, sin el tremendo asunto de tener que enchufarse cada día a una máquina durante unas cuantas horas, además de los otros peligros de esa circunstancia.

Y es menester echarle un vistazo a las cifras porque son realmente positivas. Un ejemplo: el año pasado hubo 97 donaciones multiorgánicas con las que se llevaron a cabo 437 trasplantes de órganos y tejidos en nuestra Región, es decir, 437 personas tendrán una vida más larga y mejor gracias a esas donaciones. Y hay otras cifras tan gratas como esta: en nuestra Comunidad, en 2017, se han practicado 91 trasplantes de hígado, 93 de riñón, 14 de corazón, 122 de médula ósea y 117 de córneas.

Y no olvidemos a las personas que llevan a cabo el trabajo: médicos, enfermeros, auxiliares, técnicos que han de estar siempre disponibles, cada día, a cualquier hora, sea la fiesta que sea, para movilizarse en cuanto se crea la ocasión. Ellos y ellas reciben también una llamada, e inmediatamente lo dejan todo para ir a su puesto de trabajo, a su lugar en un equipo en el que cada persona debe funcionar como un reloj de precisión y que salva muchas vidas.

Como decía el coordinador regional de Trasplantes el otro día a este periódico: «España es líder mundial en el sistema de donación y trasplantes, y Murcia es líder a nivel nacional, así que somos un referente en todo el mundo». Hoy, sintámonos orgullosos de algo nuestro, amigos. Porque esto ocurre aquí, en la Región de Murcia.