El 1 de enero de 2018, la UE dio el visto bueno al uso de insectos y sus derivados para la elaboración de alimentos para seres humanos, en el marco de la nueva reglamentación europea sobre Novel Foods. Sin embargo, seis meses antes, entró en vigor el Reglamento 2017/893 de la UE, que permite el uso de proteínas de insectos como pienso para peces.

«El inicio del proceso de autorización en Europa de alimentos que contengan insectos como ingredientes hay que analizarlo sin caer en el sensacionalismo y la extravagancia que inicialmente puede provocar la noticia». Ese es el consejo que da el vicedecano de Nutrición, Tecnología de Alimentos y Gastronomía de la UCAM, José María Cayuela.

Cayuela argumenta que su inclusión en el sistema alimentario tiene un doble efecto sobre la alimentación humana y sobre la animal. «Su empleo en alimentación humana aporta evidentemente una novedad y variante gastronómica muy apreciada por los consumidores de perfil más atrevido, ávidos de una continua provocación de sus sentidos, pero, más importante que esto, es su posible empleo en el diseño de alimentos equilibrados por la calidad nutricional de su proteína y su perfil de ácidos grasos, sin perjuicio de las propiedades sensoriales (aspecto y sabor)».

Según la FAO, a medio-largo plazo el empleo de insectos puede suponer una fuente complementaria de proteína para abastecer a la prevista humanidad de los 10.000 millones de personas.