La desaparición de las expectativas que creó el desarrollo urbanístico también ha aumentado la presión de los cultivos sobre el Mar Menor, a pesar de los problemas que la explotación agraria de los suelos cercanos a la laguna acaba teniendo sobre la contaminación de las aguas, sobre todo cuando se producen lluvias que arrastran la tierra hacia la playa. La sequía y las restricciones que impone la escasez de caudales no han impedido que las empresas agrarias sigan plantando en las proximidades de las urbanizaciones costeras situadas cerca de La Manga, como muestra la fotografía tomada el pasado mes de junio.