AL CRUZAR EL PUENTE NO NOS DIERON LA MUERTE

Durante el siglo XV, las tropas musulmanas que venían de Granada, invadieron numerosas tierras murcianas. El asalto que llevaron a cabo hacia los ciezanos fue el acontecimiento que marcó el origen de la historia de este escudo. En 1777 fray Pascual Salmerón interpretó esta historia. Estando los ciezanos en la iglesia, una muda que no había asistido a la misa vio que se acercaban los moros y corrió a avisar al grito de «moros vienen». Estos, que eran una minoría, salieron a luchar sobre el puente del rió Segura perdiendo la batalla. De ahí viene la frase «por pasar la puente nos dieron la muerte». Sin embargo, la realidad es otra: «En el siglo XV en Murcia no había ni puente», relata Montes.

En cuanto al escudo, el autor confirma que en realidad es bastante posterior a la historia de Salmerón y nada tiene que ver con su famosa leyenda. La primera vez que se tienen datos sobre el escudo ciezano son de 1706. Un cantero procedente del Norte de España, que se encontraba en Murcia por la construcción de una iglesia, talló el escudo de su pueblo natal. «El escudo en cuestión pertenece al apellido La Puente, cuyo palacio lo encontramos en el valle de Turtzioz, perteneciente a Cantabria hasta 1800», describe Monte en su libro.

EL FALSO JUICIO DE LAS BRUJAS

Las gentes de Alcantarilla crearon, a partir de 1984, una fiesta basada, según ellos, en la historia con el objetivo de dejar un poco de lado lo religioso.

Uno de los actos consistía en la interpretación del juicio de una bruja. Para ello «tuvieron en cuenta la existencia de la Casa de las Cayitas o de las Alegrías, conocida falsamente como Casa de la Inquisición», cuenta el autor. En esta historia, Ricardo Montes cuenta lo que pasó, según sus investigaciones, durante aquellos años. En 1870 existía la conocida como ´Casa de las Cayitas´ que pertenecía a un familiar de la Inquisición. La gente pensaba que en aquel lugar se juzgaron a las llamadas hechiceras, puesto que el autor incide en que en Murcia no existieron las brujas, pero en realidad no fue así. Y es que, en Murcia, solamente se juzgaban a las hechiceras en la ciudad. Tras estudiar cientos de archivos dos de la Inquisición del tribunal de Murcia, Montes es capaz de afirmar que en ninguno de los casos juzgados hubo una mujer de Alcantarilla. Según los datos recopilados, solamente se juzgaron en esta ciudad a las alcantarilleras Catalina García, en 1632, y a Ginesa Pascual, en 1717. Sin embargo, fue «por supersticiosas; nada que ver con la brujería» según revela el cronista.

LAS CULTURAS DURANTE LA EDAD MEDIA

El cronista afirma que el famoso festival de música de la Región ´Murcia Tres Culturas´ está basado en una idea falsa.

«El festival me parece magnífico», afirma. Sin embargo, asegura que existen normativas en el archivo de la ciudad de Murcia que revelan el duro trato que los cristianos le dieron durante la Edad Media a quienes no compartían la misma religión que ellos. Además, de todos es sabido que los cristianos expulsaron, en 1492, a los judíos y, en 1614, a los moriscos. Además, «por si la expulsión de los judíos y los moriscos no nos sirvió de aprendizaje, a mediados del siglo XVIII decidimos echar del país a los gitanos», relata Montes en su libro. Musulmanes, cristianos y judíos vivieron en el mismo jugar durante aquella época, pero nunca juntos. Todos ellos se consideraban enemigos, se peleaban, y las leyes les impedían tener ningún tipo de contacto los unos con los otros. Por su parte, la ciudad estaba dividida en tres barrios diferentes que «se cerraban de noche para impedir toda posible relación entre sus habitantes», según el autor. Como vemos, la verdad sobre la hipotética convivencia de culturas que hubo durante aquella época es muy distinta a la que proclaman los murcianos desde hace cientos de años.

EL ORIGEN DE LA CRUZ DE CARAVACA

La leyenda sobre la Cruz de Caravaca es muy conocida entre los murcianos. Sin embargo, Montes ha logrado alcanzar la verdadera historia con sus investigaciones. Según él, la realidad es que «alguien se inventó la leyenda del cura Chirinos para borrar la huella de los Templarios, auténticos artífices de la cruz en Caravaca». Se sabe que la historia se la inventó un comendador de la Orden de Santiago. Por supuesto, también niega que la cruz la bajaran unos ángeles del cielo, afirmando que es un verdadero «disparate». Respecto a los trozos de astilla de la cruz de Cristo, la información que tenemos es que los Templarios enviaban fragmentos de la misma a cada Encomienda que tenían por el mundo. «Verdaderos o no, ellos los enviaban», relata el autor. En 1269, Jaime I organizó su participación en las cruzadas. Parte de la flota quedó desecha por el temporal al salir desde Barcelona, pero el resto pudo continuar su marcha hacia San Juan de Acre. Fue el templario Sancho Yáñez quien trajo, en 1280, la reliquia a Caravaca al volver de defender la Tierra Santa. Además, recientemente, ciertos interesados han «demostrado» que existió un camino de romería desde Puente la Reina (Navarra) a Caravaca, en la Edad Media.

EL ORIGEN DEL PANOCHO Y EL TRAJE HUERTANO

Según Montes, en Murcia nunca se habló el panocho, sino el dialecto murciano. Este libro cuenta que la realidad del panocho es que es la exageración del dialecto murciano. Comenzó a ser usado por «los señoritos de la ciudad, para reírse de los huertanos cuando los veían acudir de la huerta y las barracas a visitar o comprar en Murcia, cuenta el cronista. Esto sucedía a mediados del siglo XIX, época en la que nació el Bando de la Huerta. Además, existen quienes han defendido el panocho como la forma de hablar de toda la provincia, cuando dependiendo de montaña, campo o costa, tenía sus propias connotaciones.

Por su parte, cuando hablamos del traje regional murciano, se suele referir a esta vestimenta con la forma tradicional de vestir de toda la Región. En sus investigaciones, Montes se ha documentado mucho sobre el tema. «Crónicas de viajeros, búsquedas judiciales publicadas en el Boletín Oficial, archivos municipales e incluso imágenes rescatadas del siglo XIX» , confiesa en su libro. La conclusión de esta peculiar investigación es que en ningún momento el traje huertano fue igual en toda la Región y las numerosas descripciones que los viajeros hacían de las ropas de los murcianos lo avalan.

LAS RAÍCES DEL FÚTBOL MURCIANO

Los aficionados al fútbol cuentan que éste llegó a Murcia entrando por Águilas y que el Real Murcia nació en 1908. Sin embargo, Montes asegura en su libro que estas dos afirmaciones son falsas. El fútbol llegó en primer lugar a Lorca y el Real Murcia jugó su primer partido ya en febrero de 1903. En 1884 llegó a Lorca Manuel Pelegrín Dunn, hijo de una inglesa y un español, que venía de Inglaterra. Fue él quien le enseñó el famoso juego a todos sus conocidos en 1895. En Águilas, fue también un inglés, Grey Watson, quien puso el balón en el suelo. En torno a 1900 nacía el Sporting Club Aguileño. El primer partido de fútbol entre dos equipos de fútbol que se celebraba en la Región tuvo lugar en agosto de 1901 entre el Sporting Club Aguileño y el Lorca FC.

No sería hasta 1905 cuando se aprobara su Reglamento de forma oficial. En Murcia, fue Francisco Medel Asensi, un profesor de gimnasia, quien, en 1902, al conocer al inglés Edgard Coolk se introdujo en el mundo del fútbol. De Cartagena, se sabe que ese año ya se practicaba el fútbol, pero no se tiene fecha exacta de sus inicios. En aquel momento, las principales ciudades de la región daban sus primeros pasos en éste deporte, sin embargo, la noticia no hizo demasiado ruido en la prensa.

MARI CHAVES: ¿BRUJA O JUDÍA?

En el Museo de Bellas Artes de Murcia se encuentra la famosa puerta de la casa de la bruja Marichaves, la cual vivió a finales del siglo XVII y principios del XVIII.

Todos los datos sobre la puerta han sido estudiados con rigor, sin embargo, todo lo que se sabe sobre su propietaria es «verdaderamente falso», cuenta Montes. Mari Chaves fue, según la leyenda, una bruja que vivía en Murcia, junto a Santa Catalina, que fue condenada por la Inquisición.

Sin embargo, resulta que la Inquisición de Murcia nunca juzgó a ninguna bruja. El dato curioso viene ahora y es que, Mari Chaves no era ninguna hechicera, sino que era una judía procedente de Portugal que nunca residió en Murcia. Esta mujer solamente estuvo en Murcia «cuando fue detenida y encerrada en las cárceles secretas de la Inquisición» por judaizante, nos revela.

«Unos ochocientos habitantes de la Región de Murcia fueron juzgados, y muchos de ellos quemados, por judaizantes entre mediados del siglo XVI y el primer tercio del siglo XVIII. Un número importante eran originarios de Portugal», cuenta Montes. Fue en 1724 cuando, negándose a renunciar a sus creencias religiosas, Mari Chaves, fue condenada a morir en la hoguera.

UNAS DUDOSAS PINTURAS DE ARTE RUPESTRE

Durante los años ochenta, se creó una gran polémica en torno a las pinturas rupestres en Cehegín. En 1982, Miguel San Nicolás daba a conocer unas pinturas que pasaron desapercibidas hasta que, en 1983, tuvo lugar una exposición sobre arte rupestre. Fue allí cuando Amador Moya, un pintor local, afirmó que las pinturas las había realizado él. Aquella declaración causó un gran impacto que desacreditó al arqueólogo. Sin embargo, años después se autentificó su antigüedad.

«El problema del pintor aficionado fue que pintó en el exterior de las cuevas, [...] no habiendo visitado el interior de las mismas, donde si existían pinturas prehistóricas», revela.

Por su parte, en Moratalla, existen varios ejemplos de pinturas falsas publicadas como verdaderas, como cuenta el cronista. En el año 1993 se descubría el abrigo de Charán, con pinturas consideradas como prehistóricas. Ya en el años 1998 Montes denunciaba que tales pinturas eran falsificaciones. La cueva de Los Cascarones, en el barranco de Charán, Zaén I y II, el Rincón del Sastre y una larga lista completan los hallazgos de la Región puestos en entredicho. Actualmente estas pinturas están dadas de baja en el catálogo de yacimientos de la Región de Murcia.