Como insecto que es, la abeja es una de las especies que más afectada se está viendo por los cambios en su medio natural y por el uso de pesticidas, y que, además, está sufriendo los embates de la plaga que provoca el parásito Varroa destructor.

Todos los elementos combinados han llevado a que desde hace años sea prácticamente imposible encontrar abejas en su medio natural, es decir, salvajes. «Ya son animales semidomésticos y están vivas gracias a la apicultura», apunta José Serrano, catedrático de Biología en la Universidad de Murcia y experto en abejas.

En las colmenas, los apicultores e investigadores tienen controladas las plagas, pero lo que no pueden es evitar que haya cada vez menos flores, o, al menos, «de las que más les gustan a ellas», por falta de lluvias, ni que se siga abusando de los pesticidas en el campo, añade Serrano.

Sin flores, no hay polen, que es el alimento de las abejas, por lo que no es de extrañar, apunta el científico, que se haya producido una reducción importante de las colmenas.

«En la Región no se ha cuantificado este descenso, pero sí en Extremadura, donde se afirma que hay un 40% menos, y un 85% en Zamora», comenta Serrano.

La última estadística, de 2016, cifraba en 90.000 el número de colmenas en la Región.

La sequía, consecuencia del cambio climático, en combinación con las sustancias tóxicas es un cóctel explosivo que pilla a estos queridos insectos en medio. «Esperamos una reducción importante de la cosecha de miel este año, va a ser un palo», aventura, y añade que tampoco ayuda el que haya gente que se meta a apicultor sin tener la formación adecuada.

El catedrático, por último, destaca que todos los cambios que se producen en la naturaleza tienen una respuesta en las especies que la habitan, y, como ha venido ocurriendo, «sólo las más resistentes, que suelen ser las más perjudiciales, se adaptan y sobreviven; queda lo peorcito».