En Murcia a usted se le recuerda, sobre todo, por aquel plan que propuso cuando era ministro para interconectar las cuencas hidráulicas. ¿Le duele todavía que no se aprobara?

A nadie le gusta que sus proyectos no salgan adelante, sobre todo cuando considera que son fundados y buenos para un país. Pero no ha sido el único fracaso en mi vida. Me duele en aquel momento hubiéramos sido capaces de alcanzar un consenso político al respecto, se hubiera podido abordar. Pero han pasado 25 años y ya no son posibles las interconexiones de agua tal y como se planteaban. Pero, entre medias, se han inventado las desaladoras, que fueron un gran acierto. Si no estuvieran, la situación sería crítica.

¿Qué faltó entonces?

No era fácil. Había oposición dentro de mi propio partido. Pero la gran oposición vino del PP, quizás por aquello de que la política mal entendida exige llevar siempre la contraria al contrario. Lo cierto es que no fue posible conseguir un pacto de estado en torno a la administración de un recurso escaso como el agua. Es evidente que aquello desató un conflicto en el seno del PSOE.

Murcia ahora sigue igual, falta agua. ¿Entiende que otras regiones se sientan agraviadas cuando en regiones como esta hay tantas carencias?

Es muy fácil crear sentimientos de agravios, en todas partes hay razones para sentirse no lo suficientemente bien tratado. Murcia no debe ir por ahí Seguramente Murcia tiene déficit de infraestructuras tan graves o más de lo que se quejan en Cataluña. Lo de Cataluña tiene más que ver con el no reconocimiento del sentimiento identitario que se ha agudizado en los últimos años. Cuando entramos en lo emocional, ya viene un sentimiento irracional. Cuando entran en juego las emociones se pierden las razones. Y lo de Cataluña no se arregla con unas infraestructuras de más o de menos. La reforma constitucional puede ayudar, dependiendo de cómo se haga. Está claro que los independentistas no les va a servir de nada, pero sí hay gente en Cataluña que ahora apoya a los independentistas que se pensaría las cosas con una reforma constitucional. Y no es lo mismo el independentismo en el 25% que en el 45% como ahora.

¿Cómo queda actualmente el procès con los últimos acontecimientos?

Yo creo que el procès está muerto. Que la presidenta del Parlament diga ahora que la declaración de independencia era, entre comillas, una broma... O sea, organizan una votación, proclaman la república, se abrazan... Pero cuando llegan a casa, se les olvida bajar la bandera española de la sede del Parlament y ahora nos dicen que era una broma. La historia se repite. Unas veces se produce una tragedia, como en el 34, y otras como comedia, que es lo que está pasando ahora mismo. Con la tragedia de la ruptura que han provocado en la convivencia cotidiana en Cataluña.

Con su papel en las manifestaciones que se han celebrado en Cataluña, mucha gente le ve a usted como posible candidato. ¿Se lo ha planteado?

No se crea usted que hay tanta gente que lo ve. Yo ya tengo 71 años. Y me quedan todavía muchos libros por leer.