Hay un refrán chino que dice que en la vida tienes que hacer algo que demuestre que has vivido. Y es lo que hizo Diego. A pesar de todas sus locuras, ha hecho algo que demuestra que vivió: pintó una montaña de azul». Juan José Molina Gallardo recuerda así a Diego López Martínez, más conocido como ´Diego el Profeta´, que ha fallecido dejando su huella en Cabezo de Torres: la montaña azul que cambió la panorámica de la pedanía murciana.

Diego llevaba años alejado de Cabezo de Torres y murió en Canarias hace «tres o cuatro años», aunque Juan José Molina, pintor y secretario general del Grupo Parlamentario de Ciudadanos en Murcia, se enteró mucho después y publicó su último adiós en su blog. Además, según confirma el párroco de la pedanía, Antonio José Abellán, la familia aún no ha podido traerlo a Murcia, y añade que ´el Profeta´ estaba siendo atendido por los Servicios Sociales antes de su fallecimiento.

Juan José Molina, que conoció a Diego, tiene «una capacidad innata para atraer a gente ´rara´, distinta a lo común. Quizás encuentran buen rollo, y a mí me encanta conocer a gente, hablar. Diego fue una de esas personas. Cuando lo conocí estaba bien, aunque ya había tenido muchos problemas con las drogas. Yo me dedico al arte, y entonces tenía un estudio y me lo encontraba ahí, charlábamos, me gustaba encontrármelo, contarnos anécdotas». Diego comenzó a coquetear con las drogas y el alcohol desde muy joven, según relató él mismo en vida en su blog, en el que contaba también que iba y venía al pueblo. «Probablemente la degradación física le haya pasado factura», lamenta el pintor.

Pintar la roca del Cabezo de la Cruz en el año 2001 dio la fama a Diego López, que entonces tenía 36 años, y que sintió la necesidad de transformar el lugar empujado por el Cristo de la Agonía de Cabezo de Torres, que consiguió que dejara las drogas, tal y como explicó él en su momento a los medios de comunicación. Al principio, las opiniones de los vecinos acerca del proyecto de Diego no eran siempre favorables. Sin embargo, con el paso de los años, la montaña azul parece haberse convertido en una seña de identidad de Cabezo de Torres. De hecho, en apenas tres meses consiguió que la montaña se pudiera ver a kilómetros de distancia.

Según relató en vida Diego López a Juan José Molina, ´el Profeta´ «estaba recogiendo patatas en un bancal de Alicante y se encontró una caña. La caña llevaba la raíz y él decía que era la cabeza de Dios. Fue cuando empezó su etapa marcada por la religión. Me contó que Dios le había dicho que pintara la montaña».

Tal fue el revuelo que provocó el cambio en la estética del Cabezo de la Cruz que el asunto llegó a la Concejalía de Urbanismo y Medio Ambiente, que abrió una investigación, tras una denuncia, «al tratarse de un espacio natural». Sin embargo, Diego respondía tajante: «Ellos me ponen una multa por pintar una roca. Yo se la puedo poner por tener la roca quemada -ennegrecida por la quema de neumáticos- y el barrio lleno de basura. Una zona que se supone que es natural», explicaba ante los micrófonos de Antena 3 y Telecinco, en referencia a un lugar lleno de basura y de escombros, «un estercolero». Además de la montaña azul, Diego construyó una torre y un muro a modo de castillo.

El Cabezo de la Cruz es un lugar emblemático para los habitantes de Cabezo de Torres, debido a que da nombre a la pedanía, completado por el apellido Torres, perteneciente a una familia que vivía allí.

«No soy un artista, soy un profeta»

«No soy un artista, soy un profeta», decía de sí mismo Diego. Justo después de recibir el mensaje de pintar la montaña, Diego López comenzó a frecuentar las misas oficiadas por el párroco de entonces, don Pedro Lorente, con el que empezó a tener problemas porque «no se podía celebrar la Eucaristía. Violentaba a la gente y don Pedro no sabía muy bien qué hacer. Era una situación que se le escapaba y le desbordaba», relata don Antonio José. Además, por su parte, el político de Ciudadanos explica que «iba a misa y se ponía a cantar o a decir ´amén´ en medio de los rituales, haciéndose notar, y claro, las señoras se asustaban. No le dejaron ir más a misa. Luego empezó a subirse a los bancos de los parques y predicaba la palabra de Dios». «Yo me encargué de hacer su misa funeral, con el mayor de los respetos hacia un hijo de Dios y el apoyo espiritual a su familia», sentencia don Antonio José Abellán.

Diego López se fue de Cabezo de Torres, y volvió en el año 2008 para coronar su obra con pintura blanca a modo de nieve en los picos de ´las cumbres´ de la pedanía murciana, porque «Dios se lo volvió a ordenar». Para pintar el monte de azul utilizó «cientos y cientos de litros de pintura», e invirtió en un principio 70.000 pesetas, pero la obra se paralizó al quedarse sin pintura y sin dinero para comprar más, por lo que pidió ayuda a empresas y particulares para poder acabar la obra que había empezado. Finalmente, la acabó, y dejó su legado a los ojos de los habitantes de Cabezo de Torres. El lugar cambió radicalmente: «Un espacio tan amplio como éste, pintado en estos colores, emite energía positiva y favorece la flora y la fauna. Han anidado por aquí pájaros que yo no había visto antes, se acercan mariposas de distintas especies y crecen plantas que antes no lo hacían. La gente no recuerda que esta montaña estaba rodeada de basura», dijo el profeta en una de sus últimas entrevistas al diario LA OPINIÓN, en defensa de su obra.

Ahora, lo que queda del desaparecido Diego López es su obra en el Cabezo de la Cruz y su historia en redes sociales e Internet, donde incluso Wikipedia cuenta la historia de «un personaje célebre», «un vecino que pintó de color azul un monte quemado de la localidad, el Cabezo de la Cruz, para contrarrestar con su ´energía positiva´ el color negro de las piedras, evidencia de la ´energía negativa´». Los últimos vídeos de Diego en su canal de YouTube fueron subidos hace cinco años.

«Es interesante cómo personas con vidas normales pasan desapercibidas y nadie les echa en falta al morir y, sin embargo, alguien que pinta una montaña de azul va a dejar huella, mientras que miles de personas del pueblo morirán sin hacerlo. Diego no hizo daño a nadie. No era conflictivo. Murió lejos pero, a su manera, era feliz», recuerda Molina Gallardo.

Las Cumbres. Un lugar para el recuerdo de los recién casados

La montaña azul, situada en el Cabezo de la Cruz, se ha convertido en un reclamo para algunas parejas que celebran su matrimonio en la iglesia de Cabezo de Torres. De hecho, Óscar, el encargado del restaurante Las Cumbres, situado junto al destacado lugar de la pedanía, asegura que muchas parejas suben hasta la zona para fotografiarse e inmortalizar el momento en uno de los días más importantes de sus vidas.

Además, el encargado asegura que al principio se acercó mucha gente para curiosear, especialmente los fines de semana, a lo que se suman los invitados de las celebraciones realizadas en el restaurante.

Óscar explica que «todavía, cuando tenemos comuniones algunos padres aprovechan para fotografiar a sus hijos con la montaña azul», un lugar que se ha convertido en un icono de la zona y en el paisaje del recuerdo fotográfico de muchas personas.