De verdad, que se lo digo a ustedes: yo no he visto una toma de posesión de un presidente con menos glamour en toda mi vida. Qué cosa más desangelada, oiga. Con la que montó Pedro Antonio Sánchez en la Asamblea Regional cuando el que tomaba era él: entre quinientos y seiscientos invitados apelotonándose en el patio, señoras estrenando trajes, caballeros de punta en blanco, vítores, aplausos, enhorabuenas por miles, cola de deudos y pelotas para besar al santo. Joder, aquello sí que fue una toma de posesión. Y eso por no hablar de las de Ramón Luís Valcárcel, en la iglesia desacralizada de San Esteban, que había señoras con pamela y modelito de más de mil euros, y hasta obispo, que no hay nada como un obispo para darle lustre a un acto de estos. Pues, bueno, de eso, ayer, nada.

Y entonces, ¿cómo fue la toma de posesión de FER, en el patio de columnas del palacio de San Esteban? Pues lo justo para no parecer una rueda de prensa. Ni una puñetera flor, oiga, que qué menos que unos cuantos capullos para adornar; ni un pendón más de lo habitual, que los pendones hacen muy bien siempre; ni un pedestal o algo donde subir al proclamado, ni una copa de vino, ni un puñetero canapé y, en cuanto a asistentes, no creo que llegáramos a los cien. Bien es verdad que había venido la vicepresidenta Sáez de Santamaría quien, a pesar de ser una mujer muy, muy pequeña, tiene personalidad y eso. Y también estaban en la presidencia del acto la líder de la Asamblea, Rosa Peñalver, y el expresidente Pedro Antonio Sánchez, por cierto que quemado como un pollo asado. No sé qué habrá hecho para tostarse así, pero le recomendé personalmente que se ponga una gorra o un sombrero pavero cada vez que se exponga al sol, porque la rojez de su piel era preocupante.

Encima, uno que sabe de protocolo me dijo que la presidencia estaba mal confeccionada. Pedro Antonio no debía estar allí, sino la presidenta en funciones, que era la consejera María Dolores Pagán, al haber dimitido él. Total, que daba la impresión de que Sánchez no quiere despegarse de López Miras ni siquiera para este acto, pobre muchacho. Sin encomendarme a Dios ni a su madre, me fui para la consejera y le dije que si no era ella la que tenía que estar arriba. Me respondió con evasivas: que si él es el que fue elegido por los murcianos, que si moralmente debía estar allí, que si ella no sabía de protocolo, pero el caso es que daba la impresión de que Sánchez hace lo que le sale de los mismísimos, y lo mismo se sube a un caballo que a un helicóptero, que a la presidencia de este acto.

Además, para más inri, comenzaron con total puntualidad. Y, ¿saben lo que eso trajo consigo? Pues que Miguel Sánchez, de Ciudadanos, llegó tarde, a todo correr y sudando a mares (un canalla que estaba cerca de mí dijo que Miguel Sánchez tiene, en su salón, una foto de la cabeza de Pedro Antonio como si fuese un trofeo de caza). Urralburu también llegó casi al final, aunque a éste no le dio la gana de correr y no transpiraba como el otro. González Tovar no vino, no sé yo si por no correr o porque estaba en Caravaca, de fiesta. Por otro lado, - hay gente para todo - algunos se habían colado sin invitación, por ejemplo, los diputados regionales, que no sé si se les habría olvidado invitarlos, o es que, una vez que han votado a FER, ya no les importan un pimiento a nadie. Al portavoz del PP, Víctor Martínez, se lo dije:

«Usted se ha colado, joven». Él me respondió que no, porque es portavoz, pero otros sí. «Habrá sido un olvido involuntario», me explicó con cara de bueno, aunque con un ligero cachondeo en el tono.