Puede ser una alternativa, y una muy lucrativa. Las tierras altas del Noroeste murciano presentan condiciones idóneas para que en ellas crezcan y se desarrollen las trufas, un hongo muy apreciado como condimento y que puede alcanzar precios más que apetecibles en el mercado.

Por ahora se trata sólo de un experimento, pero media docena de agricultores de Caravaca de la Cruz han decidido hacer «sus pinitos» en la produccion de la tuber melanosporum, más conocida como trufa negra. «Está muy incipiente y es bastante complicado, porque para que se críe la trufa el terreno tiene que tener unas condiciones muy especiales», comenta José Miguel Marín, representante de la organización agraria Coag en Caravaca, quien, pese a todo, indica que «se están poniendo los cimientos».

También se está comenzando la constitución de una asociación de productores, que verá la luz en el momento en el que se constate que este producto tiene futuro. Mientras tanto, allanando el camino, «hemos entrado como Coag en la sectorial de truficultura», añade Marín.

Hasta el momento, se han dedicado unas 15 hectáreas a este producto, preparando el terreno para que pueda desarrollarse. Una de las condiciones necesarias: Plantar encinas o robles. Otra, que la altitud supere los 1.000 metros; y también, imprescindible, es que la tierra esté lo más limpia posible de productos fitosanitarios y con un PH de 8,5. Tampoco debe haber hongos ´competidores´. Y, por supuesto, es necesario que haya agua.

Así lo explica Alfonso Marín Corbalán, que tiene una superficie de tres hectáreas dedicada a la trufa, en concreto, en la zona caravaqueña de Campillo de Arriba. Compagina esta producción con la de las plantas aromáticas.

«Llevamos entre tres y cuatro años con esto, pero nos quedan, como mínimo, otros siete y ocho más para saber si va a dar buenos resultados o no con certeza», comenta. Sin embargo, merece la pena para las zonas desfavorecidas y de alta montaña. «Puede ser una alternativa a los tradicionales cultivos cerealísticos de la zona, que se mantienen gracias a las ayudas que se reciben de la Política Agraria Comunitaria, PAC,; aunque realmente aún no sabemos si va a funcionar». Eso sí, deja claro que «no podemos decir que todo el Noroeste sea una zona favorable a este tipo de producción, ni mucho menos».

Los agricultores han elegido la trufa negra por ser la que mejor se adecúa a las condiciones de estos terrenos y porque es la que mejor se paga. De hecho, sus precios oscilan entre los 450 y los 2.500 euros por kilo. Y se estima que la producción por hectárea, de media, puede oscilar entre los 20 y 30 kilos.

«Ahora todo el mundo está a la expectativa, pero esto no es cultivo tradicional y lleva su tiempo», indica Alfonso Marín. Podemos estar hablando hasta de diez años para que la cosecha sea representativa; la mitad para comprobar si sale o no algo de la tierra. «En los primeros momentos hay que utilizar microscopios electrónicos para ir viendo la evolución», añade.

Perros, que no cerdos

Los truficultores ya no utilizan cerdos para encontrar el preciado trofeo bajo la tierra.

«Los perros son más domables que los cerdos y son capaces de encontrar las trufas igual que ellos, pero con un punto extra a su favor, que no se las comen», destaca el agricultor caravaqueño.