Faiza siente la necesidad de justificarse una vez más y de explicar por qué lleva puesto el velo. Ha vivido así toda su vida, cuestionada por una sociedad desinformada que tiende a plantearle las mismas preguntas una y otra vez. «Somos personas que han estado y las han obligado toda su vida a hablar, discutir y debatir de religión».

Faiza Lamane nació en Taourirt (Marruecos), pero lleva viviendo desde pequeña en distintas poblaciones de la Región. Estudia Enfermería en la Universidad de Murcia (UMU) y es integrante de la asociación AMAJAM de estudiantes árabes. Se pregunta para sí misma por qué sus compañeros de carrera tienen que estar pensando en el examen del jueves, «pero yo tengo que estar reflexionando sobre la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea porque siento que tengo que explicarme».

La sentencia, conocida esta semana, a la que hace referencia ha establecido que no supone una discriminación directa «la prohibición de llevar un pañuelo islámico dimanante de una norma interna de una empresa privada que prohíbe el uso visible de cualquier signo político, filosófico o religioso en el lugar de trabajo». Una sentencia política, con objetivos políticos y empresariales para Faiza, que teme que tras esta aclaración que realiza el tribunal europeo vengan leyes restrictivas con el uso de prendas religiosas. «Esto no solo afecta al hiyab, sino al pagri de los hindúes o el kipá de los judios. El tribunal no entiende que son elementos que nos identifican independientemente de que reflejen la religión que procesamos», explica Faiza.

La profesora de Derecho de la Unión Europea de la UMU, Maria José Cervell, aclara que la sentencia respalda la postura de la empresa belga que decidió despedir a una empleada en 2006 por negarse a dejar de usar el velo en su puesto de trabajo, ya que en la normativa interna pedía a sus empleados no utilizar prendas religiosas de cara al cliente. «Es una empresa que decide tener como política interna una norma que exige una neutralidad religiosa, y está en su derecho de exigirla porque mira antes por su clientela», explica Cervell. «A veces la libertad religiosa tiene límites y una empresa puede delimitarla si su normativa interna así lo refleja». No hay discriminación directa según la experta, no hay un ataque a los principios religiosos de la empleada porque la política de la compañía exige igualdad entre todos los empleados.

Faiza cree que esto es un problema político y económico en una sociedad de consumo que busca entretenimiento. «Si se busca una sociedad igualitaria, no habrá libertades, funcionamos porque cada uno es diferente del otro. En las diferencias, en discutir con una persona que es diferente a ti, es cuando sacas conclusiones y se te enriquece la visión que tienes de esta sociedad y de la vida en general, pero no puedes conseguir esto si las instituciones, empresas o tribunales pretenden que todos seamos iguales. Necesitamos una sociedad justa, no igual».

En este caso, el tribunal europeo ha priorizado la libertad de la empresa antes que la libertad religiosa. Cervell explica que esta sentencia da seguridad jurídica a las empresas, ya que «en algún momento tendrán que existir estos límites porque la población musulmana crece y se va integrando en la sociedad occidental, y las compañías querrán decidir en función de su propio bien». La estudiante cree que están chocando dos derechos, el del acceder al mundo laboral y el derecho a la libertad religiosa. Nos encontramos con una sociedad constituida en una base llena de diferencias, en la que cada cierto tiempo se cuestionan las identidades y principios de quienes pretenden integrarse. Faiza vuelve a preguntarse para sí misma por qué estas entidades buscan la confrontación entre la propia población femenina musulmana intercediendo en estos temas, por qué buscan que Europa los vean diferentes.

Consecuencias

En la Europa de las libertades, esta sentencia es un problema. Existe una confrontación entre las demandas del libre mercado y el capitalismo empresarial, y la libertad religiosa. Imane Ezzarouali, vicepresidenta de AMAJAM, avisa de que ya existen varias generaciones árabes nacidas en España que empiezan a ocupar las altas esferas de las empresas y que accedieron hace años a los estudios universitarios, «pero no pueden pedirnos que nos integremos en la sociedad laboral si salen sentencias como esta», avisa Imane. «Queremos que dejen de legislar sobre las mujeres».

Mounir Benjelloun, presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, teme un efecto contagio entre empresas, sobre todo en España, donde considera que hasta ahora siempre se ha respetado el derecho de imagen. «La sentencia es un jarro de agua fría, esto no ayuda a la convivencia de la población musulmana con la sociedad europea porque alteras la imagen de la mujer, le quitas elementos que componen su identidad».

Fátima en su puesto de trabajo como periodista

Fátima El Hamri

«El velo es nuestro DNI, y no me importa que opinen los demás mientras no me limite»

Fátima es periodista, nació en Rabat (Marruecos) hace 23 años y es musulmana practicante. Trabaja de redactora de contenidos online en la empresa farmacéutica ´DosFarma´. Tanto en su trabajo como en su vida social jamás ha tenido problemas para llevar el hiyab, ha crecido en una familia que ha respetado la libertad de cada uno de sus miembros y entiende la sentencia como «racismo institucional». «Una empresa privada mira por sus intereses, pero que una institución de la Unión Europea saque esta sentencia es alarmante, una caza a las libertades». Dice que vería algo normal si llega a la empresa y le atiende alguien con un crucifijo colgado del cuello. «El velo es nuestro DNI, y a mí no me importa que opinen los demás mientras eso no limite mi libertad». Entiende que al no haber una normalización sobre este tema, el miedo a perder clientes crecerá en las empresas.

Mounia en su agenciade viajes, que dirige juntoa su marido desde hace tres meses. Miryam Ruiz

Mounia Tbib

«Me han llegado a rechazar en trabajos que implicaban estar de cara al público»

Esta marroquí de 31 años nació en Oujda y hoy dirige su propia agencia de viajes en Murcia tras 10 años en España. Pasó antes por el departamento de marketing de una empresa internacional y recuerda que su antigua jefa le dijo que no solo podía llevar el hiyab, que si quería podía incluso utilizar burka o niqab, prendas que cubren el rostro de la mujer. «Ellos me valoraban por mis habilidades y conocimientos en el comercio internacional y por los idiomas, no por lo que llevaba puesto, y en mi empresa utilizo los mismos criterios». Tiene un niño de 9 años y una niña de 6 meses. «¿Qué les diría a mis hijos si se enteran que me han despedido por usar el velo, por algo que me identifica y es una forma de practicar mi religión?». Admite que la han llegado a rechazar de algunos trabajos de cara al cliente por llevar velo, «sólo me habían ofrecido puestos de teleoperadora».