Son cien, pero podrían haber sido muchas más. La Opinión ha querido retratar para el 8 de Marzo a cien mujeres de la Región que han conseguido hacerse visibles en una sociedad a la que le cuesta romper el techo de cristal para ofrecer un trato igualitario. Son profesionales, investigadoras, profesoras, artistas, directoras de cine, representantes políticas, directivas, empresarias e incluso agricultoras. La selección ha sido muy difícil, dado que había muchas más a las que citar, por lo que ha sido necesario dejar en el tintero cientos de nombres.

Han sido incluidas las que ocupan puestos de representación que las convierten en un referente de opinión para la sociedad murciana, aunque no sería posible entender los cambios que se han producido en la Región sin la contribución colectiva de varias generaciones de mujeres anónimas, que han ayudado a transformar las relaciones de poder heredadas del pasado desde su puesto de trabajo o desde la labor que tradicionalmente se ha etiquetado con la denominación de ama de casa.

Esta contribución no es solo obra de las profesionales que han salido a la calle a trabajar, sino también de las madres y las abuelas que les han prestado la ayuda necesaria para que pudieran formarse y cumplir las aspiraciones a las que ellas habían tenido que renunciar. Su labor ha quedado patente en el campo, donde muchísimas mujeres han sido el ejemplo a seguir para todas aquellas que han decidido quedarse en la tierra y convertirse en empresarias agrícolas y ganaderas. Son mujeres que han estado siempre en segundo plano, pero han sido capaces de criar a los hijos, llevar la casa, ir al campo, recoger fruta y verduras e incluso venderlas en los mercados al día siguiente.

La aportación que hicieron nunca fue reconocida, hasta que las nuevas generaciones han luchado por sacar a la luz el esfuerzo y los sacrificios de sus antecesoras para presumir de que ellas pueden ser agricultoras o ganaderas porque les gusta el trabajo que sus madres tenían que hacer por obligación.

Otras son auténticas pioneras que ejercen un liderazgo indiscutible en el ámbito artístico, profesional, laboral o empresarial, que ha ido cristalizando con el tiempo, hasta convertirse en un referente para su entorno. Ellas fueron las primeras que competían por los puestos de dirección o se sentaron en los órganos de las instituciones públicas en las que se toman las decisiones capaces de marcar las pautas del futuro. Aunque se sabían observadas y escrutadas en todo momento, han tratado de responder con naturalidad a las suspicacias que despertaba su presencia, conscientes de que asistían en primera línea a un cambio protagonizado por la generación a la que pertenecían.

Sin embargo, se da la paradoja de que en la Universidad de Murcia las alumnas representan el 60,9% del total de estudiantes, pero este porcentaje no se ve reflejado después en los cargos de gestión y dirección de la institución, como cátedras, decanatos y direcciones de centros. Ellas consiguen los mejores expedientes, pero ellos copan los altos cargos.

Algunas tienen una clara conciencia feminista y militan de forma activa contra la discriminación más o menos palpable que aún sigue imperando en muchos ámbitos. Otras aseguran que nunca se han sentido discriminadas y rechazan la etiqueta del feminismo convencidas de que en su entorno no hay diferencias entre sexos que justifiquen las reivindicaciones ni el descontento de la mujer. Para ellas no existen barreras que no puedan derribarse con la formación y la dedicación necesaria.

Unas pocas llegan a confesar en privado que han elegido no tener hijos, no tanto por las interferencias que la familia podría generar en su vida profesional como por el sentido de la responsabilidad que les lleva a no asumir tareas en las que no están seguras de poder responder con la eficiencia que se exigen a sí mismas en las demás facetas de su vida.