Entre 8 y 12 meses. Ese es el tiempo que calculan los científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO) para que el Mar Menor empiece a dar muestras de recuperación y se basan en los resultados de la primera campaña oceanográfica de toma de muestras que realizaron el pasado mes de noviembre. Eso sí, se debe mantener el control sobre los vertidos agrícolas para evitar los nutrientes y «cualquier aporte de otra naturaleza», como los provocados por inundaciones.

Este plazo permitiría que el estado de la laguna empiece a mejorar a partir de julio.

Esa es una de las conclusiones de primer estudio realizado por el IEO y cuyo responsable y portavoz, Eugenio Fraile, procedente del Instituto de Canarias, expuso ayer ante el Comité de Científicos de la Consejería.

Tras recalcar que «los datos obtenidos son provisionales y de ellos no se puede extraer una conclusión definitiva hasta no tener el cuadro completo del ciclo estacional», Fraile apuntó que «el sistema lagunar podría tener capacidad propia para revertir las condiciones actuales de la columna del agua y los sedimentos».

De ser así, indicó, «no serían necesarias medidas artificiales adicionales de ingeniería, como la apertura de las golas existentes u otros canales». De hecho, los científicos apuntan que Encañizadas y Marchamalo tienen una contribución mínima a la tasa de renovación lagunar y la apertura de nuevos canales «podría tener incluso consecuencias más negativas» para la preservación del ecosistema marino del Mar Menor tal y como lo conocemos.

Fraile, que también dirigirá la segunda campaña del IEO que comienza hoy, explicó que los resultados del estudio «nos permiten ver la luz en este túnel en el que estamos inmersos».

Los investigadores han hecho en dos semanas un completo análisis físico, químico, biológico e incluso geológico -para conocer su volumen real y las tasas de renovación- al Mar Menor.

También ha constatado que la batrimetría ha aumentado, es decir, que la laguna se ha profundizado más, un síntoma más de su evolución y que está directamente relacionado con la deforestación de las praderas marinas en un 85% en los dos últimos años.

«Al desaparecer la vegetación, el sustrato, que tenía gran concentración de nutrientes, tiene más movilidad y se puede regenerar mucho más rápido, puede llegar a la columna de agua y puede ser eliminado y consumido», apuntó el investigador.

«El Mar Menor sigue un patrón de libro y está pasando por todas las fases que tiene que pasar, y ahora sólo puede ir a positivo si no le hacemos ninguna perrería más», concluyó Eugenio Fraile.