Una situación sin precedentes en Los Alcázares dibujó este martes un escenario propio de las zonas envueltas en conflictos bélicos. Casi todas las calles tuvieron problemas de estancamiento de agua y la Unidad Militar de Emergencias (UME) y la Policía Local trabajaron sin descanso para solucionarlo cuanto antes. Durante todo el día no se pudo ver más que a vecinos intentando reparar sus casas, en muchas ocasiones superados por la situación, y a otros prestando ayuda.

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El sótano del Ayuntamiento sufrió la violencia del agua y, frente a éste, un coche quedó totalmente encallado en la entrada de un parking inundado. También hizo estragos el temporal en diferentes sucursales bancarias, cuyas cristaleras se rompieron fruto del choque de distintos objetos, como el caso de un vehículo arrastrado por la riada.

Los comercios buscan revivir

Pocos comercios son los que pudieron permitirse permanecer cerrados este martes, y los que abrieron sus persianas no pretendían vender sus productos, puesto que lo hicieron para expulsar el agua que cubría aún su planta baja. Este mismo agua tardará todavía unos días en darse por vencida. Los propietarios pasaron todo el día a medio camino entre la fuerza, necesaria para trabajar con constancia, y la desolación.

Tal es el caso de Antonio, que regenta una carnicería. «Tengo dos coches en el sótano y los dos están totalmente inutilizados, como mi sótano», replicó con tristeza. «La carne la he perdido pero, al menos, mi casa está en el primer piso y no se ha visto afectada. Lo peor es mi carnicería, que lo es todo para mí y mi familia», desarrolló.

Juan, que es propietario de una franquicia de la zona, afirmó que había perdido «hasta 25.000 euros en mercancías». El supermercado lo encontró en pésimo estado y sus productos ya no estaban dispuestos para su consumo.

La pescadería de Fe se trata de uno de los pocos comercios que tienen la certeza de estar asegurados, «por lo que no deberemos luchar mucho con la aseguradora», afirmó. «Al menos tocará la lotería aquí este año», espetó con cierta dosis de humor.

Concha, que pasó la noche del lunes en el Centro de Alto Rendimiento de Los Narejos, habilitado para ayudar a los rescatados, afirmó desde su casa, con cierta dosis de optimismo, que «con llorar no se soluciona nada. Aquí quedan aún 15 días de trabajo, pero pasaremos las Navidades en casa de mi hijo. Hay que buscar soluciones y trabajar».

Manoli, dueña de una panadería, dijo haberlo «perdido todo y ahora toca reponerse».

Josefa, que trabajó durante todo el día de ayer en la recuperación de su hogar pese a su avanzada edad, dijo haber visto cómo el agua «cubría hasta medio metro de altura en su casa». «No tengo seguro, así que ya veremos cómo se soluciona este panorama». añadió.