Calles anegadas, familias rescatadas de casas totalmente inundadas, mobiliario y electrodomésticos destrozados, coches estancados y sin posibilidad de volver a ser utilizados hasta que sea achicada el agua, solidaridad entre vecinos y un esfuerzo desmedido. Éstas son las consecuencias que ha dejado el temporal en Los Alcázares, que se ha convertido en una auténtica 'zona cero' debido a las tremendas lluvias que han acabado por sumir a la localidad en la tragedia.

Las precipitaciones comenzaron el viernes pasado y, sin dar mucha tregua para rearmarse ante éstas, conocieron su punto más crítico en la noche del domingo al lunes. Fue esa fatídica lluvia la que acabó con los deseos de unas Navidades felices de buena parte del vecindario.

En la misma madrugada del lunes, salvo alguna excepción, la ciudadanía de Los Alcázares puso el grito en el cielo. Comenzaron a llamar a Emergencias para pedir ayuda o, al menos, alguna solución a corto plazo para lo que vendría a significar el inicio de diversos dramas, la mayor parte materiales, aunque también el temporal se cobró una vida.

Desde las seis de la mañana empezaron a llegar efectivos de la Guardia Civil, Policía Local y del Cuerpo de Bomberos. Su ayuda fue fundamental para el rescate que se llevó a cabo de cientos de personas y, entre ellas, muchas familias. Contaban desde la Unidad Militar de Emergencias (UME), desplazada al lugar para ayudar en las labores de rescate, contención y desalojo, que la operación cuenta con «más de 46 vehículos pesados y 6 kayaks que pueden recorren las calles en situaciones más peligrosas», de modo que no sucumbiesen a la violenta fuerza de las aguas.

Fueron muchos policías los que hicieron turnos de hasta 18 horas y, en colaboración con el Ejército, no cesaron en la labor de rescate. No obstante las actuaciones tuvieron grandes complicaciones y se basaron en dos puntos estratégicos de Los Alcázares: el centro, primordialmente, y la zona sur, cuya carretera tuvo que ser cerrada al tráfico.

Las personas que se recogían eran llevadas a una zona habilitada por los Cuerpos de Seguridad, en la entrada a la ciudad, frente al cementerio 'Nuestra Señora de la Asunción'. Allí eran trasladados a otros vehículos y eran provistos de mantas y demás ayudas en función de su estado. La actuación de la UME, que se trasladó desde Valencia, agilizó las ayudas desde las cuatro de la madrugada.

Drama entre los vecinos

Sobre las diez y media de la mañana, en esta zona, contaba María del Carmen, afectada por las inundaciones, que en la noche del domingo se disponían su marido, su hijo y ella misma a viajar a Murcia. «Fue cuando empezó a azotar la riada en la calle y no tuvimos otra opción más que pasar la noche en el coche. Esto nos impidió movernos hasta que nos han rescatado los bomberos hace media hora», contó.

Otro caso es el de Pedro Antonio, cuyos padres, mayores, «estaban encima de las camas, sobre una gran superficie de agua, esperando a ser rescatados», dijo. «Por lo menos, nuestros daños son materiales, inmensos, pero materiales», ya que «lo importante es la salud», añadió. Su vecino, Alfonso, afirmó que «desde las nueve de la noche estaba esperando ayuda». «Mis muebles también los he perdido, como todos mis vecinos», indicó. Luis, que fue rescatado con toda su familia, relató, ostensiblemente dolido y con lágrimas en los ojos, que «el agua entró, de pronto, por las tres puertas de la casa».

Un elemento común a todas estas tragedias también fue el apagón que sufrió la localidad, ya que la gran mayoría de los afectados tuvo que lidiar con el agua que ocupaba sus casas totalmente a oscuras.

Los más afectados por el temporal, que tuvieron que abandonar sus casas, fueron trasladados al Centro de Alto Rendimiento (CAR), en Los Narejos. Este centro, copado de voluntarios de la Cruz Roja, contaba con 190 plazas totalmente dispuestas, aunque su capacidad podía llegar a dar cobijo a 1.000 personas. Allí, gran parte de los ochenta voluntarios que se congregaban para prestar ayuda de todo tipo esperaron a los cientos de afectados. Zapatos nuevos, mantas, comida o bebida no faltaron para tranquilizar a las personas que, con cierta incertidumbre, habían sido desalojadas de sus casas. La mayor parte de la gente que ocupaba sus sitios en este centro acondicionado se pasaron durmiendo gran parte del día de ayer, al no haber pegado ojo durante toda la noche.

Agua por la cintura

La incertidumbre se personificó, por ejemplo, en el matrimonio que forman Antonio y María José. Desde las cinco de la mañana intentaron expulsar el agua de sus casas, también a oscuras, con la ayuda de su hijo. «Nuestro hijo nos ha ayudado durante toda la noche y lo hemos dejado en casa», contó ella con ciertos signos de preocupación. «Lo estoy intentando llamar desde hace algunas horas y, por ahora, no da señales», se lamentó, aunque con cierta confianza. «El agua nos llegaba hasta la cintura, esto es un desastre», repitió Antonio sin demasiadas ganas de pensar en lo sucedido. Concluyó María José que las lluvias le habían «fastidiado las fiestas y los cordiales», puesto que pensaba hacerlos ese mismo día.

Bienvenida, otra vecina rescatada, al ver la magnitud de las precipitaciones la noche anterior, acudió velozmente al Cuartel de Bomberos. «Llevo dos noches sin dormir», afirmó con tristeza.

Concha, de 69 años, dijo que, a la cuarta vez que llamó a Emergencias, fue cuando cogieron su llamada. «Fue para decirme que esperase, que estaban rescatando a mi vecino», renegó. «Intenté salir agarrándome a unas barandillas, hasta que pude percatarme de que la última había desaparecido fruto del temporal». «Tengo que tirar todos los muebles», concluyó.

Mientras que a primera hora de la mañana los rescatados eran unos 80 vecinos, a las dos de la tarde la cifra ya ascendió a las 300 personas que, con mayor o menor duración, fueron dirigidas al CAR.