Ocho puñaladas mataron a Isabel Zapata allá por junio de 2007, en su casa de La Aljorra (Cartagena). Antes de morir, la mujer, de 42 años de edad y tres hijos, tuvo tiempo -pese al dolor y a la debilidad- de decir el nombre de su asesino a uno de los agentes de la Guardia Civil que había acudido en su auxilio. El testimonio de la propia víctima, por boca de este agente de la Benemérita, se escuchaba, tiempo después, en el juicio que la Audiencia Provincial celebraba contra este criminal, que familiarmente era conocido como Jaime, aunque se llamaba Hamid.

No era la primera pelea que esta pareja vivía. De hecho, en el momento del crimen seguía en vigor una orden de alejamiento que prohibía a Hamid acercarse a Isabel. No obstante, la pareja aún vivía junta. El día del crimen -o eso diría el criminal después-, él había ido a la casa a recoger sus cosas: ella lo había echado.

No quería matarla, contó luego él en el juicio. Fue accidental, por un forcejeo, relató. Como es costumbre en el testimonio de muchos maltratadores, luego comenzó a culpar a la víctima. Isabel le hacía chantaje, tuvo el valor de decir. Le amenazó con «no dejarle ir si antes no se daba de baja en el padrón municipal, trámite que, tras cumplimentar, entregó a su pareja», recogían las crónicas de la época del relato del -entonces aún- acusado en el juicio. Jaime contó también que estuvo haciendo tiempo: que pasó por la autoescuela para borrarse, porque su idea era irse a Sevilla, donde tenía familia. Y siguió culpando a la víctima: fue ella la que empezó a insultarle e incluso le empujó.

«Ella me atacó con un cuchillo, que le quité con la mano izquierda y que no sé cómo se clava», soltó Jaime en el juicio. Como obviando que el verdadero asesino había sido él. Luego intentó ir de víctima. «Ni imaginé que aquel desgraciado empujón iba a acabar con su vida», señaló. Pero por un empujón, por un supuesto accidente, nadie recibe ocho puñaladas. Y más victimismo de la mano del criminal.

Argumentó que él padecía asma y quetemía que su pareja le cogiera del pelo. «Era una mujer fuerte y, si me agarra del pelo, no salgo de allí hasta que llegara su familia o la Guardia Civil», barruntó.

«Creía que era un sueño». Es lo que confesaba la hija de la víctima que llegó a la vivienda en medio de aquel horror y se topó con tan macabra escena: su madre, herida, llena de sangre, rota, tendida en un sofá. Y el que era su compañero, a su lado, blandiendo un cuchillo. Un cuchillo que no pertenecía al menaje de la casa.

Las pruebas eran tan evidentes que el victimismo, no sirvió al asesino, que fue condenado a 18 años.

Condenado a dieciocho años de prisión por el crimen

En febrero de 2009, cuando faltaban meses para cumplirse dos años desde que Isabel dejase este mundo al ser brutalmente asesinada, salía la sentencia que condenaba al criminal que le dio muerte. En concreto, Hamid era condenado a dieciocho años y medio de cárcel por el tribunal de la sección tercera de la Audiencia Provincial, en Murcia, al considerar que asesinó a Isabel Zapata.

Cuando se hizo oficial la resolución de la Audiencia, el hombre llevaba en prisión año y medio, por lo que le quedaban por cumplir diecisiete más.

El tribunal dejó claro que el delito fue asesinato, como quería desde un principio la familia de la víctima -que fue representada por el abogado José Miguel Roda-, mientras que el fiscal lo había calificado como homicidio.

También se tuvo en cuenta el testimonio de la hija de Isabel, una joven que en el momento del fatídico suceso tenía sólo 16 años de edad.

Ella vio en el salón al hombre, al asesino de su madre, con el cuchillo levantado. El criminal también la vio, e incluso la golpeó. Este hecho suponía que la Audiencia elevase el castigo de prisión en medio año.

Por descontado, también pesaron las pruebas científicas: por ejemplo, que estaba corroborado que la sangre de la hoja del cuchillo correspondía a la víctima, mientras que en la empuñadura estaban las huellas y el ADN del evidente asesino.