Hoy se cumplen diez años de la puesta en marcha del permiso por puntos. Se han celebrado algunas jornadas y se han dado muchos datos, pero lo importante hoy en día no es la información, que está toda en Internet, es procesarla, es lo que hay detrás de tantos datos, es saber leer entre líneas y es poder sacar algunas conclusiones.

La primera es que diez años son una eternidad en un mundo en el que todo va muy deprisa, en el que la velocidad de la información no nos deja disfrutar de la información, en el que la velocidad de las innovaciones no nos deja disfrutar de esas innovaciones y en el que la velocidad de la vida no nos deja disfrutar de la vida.

Visto con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, probablemente el acierto del permiso por puntos se debió al carácter sencillo, pero pedagógico de la medida, a la responsabilidad de los conductores, al consenso y a la complicidad social. Pero vayamos por partes.

El discurso que acompañaba a la medida venía a decir que el permiso de conducir no era un derecho absoluto sino un crédito de confianza que nos concede la sociedad para compartir la vía pública con los demás conductores. Las infracciones graves contra la seguridad vial iban reduciendo el crédito y si perdías todos los puntos la sociedad, es decir todos, te retiraban la confianza y tendrías que estar seis meses sin conducir y realizar un curso de seguridad vial para volver a compartir la vía pública con los otros usuarios. El discurso era sencillo de explicar y fácil de comprender. La lección es que si hay un buen discurso, la toma de decisiones es mucho más fácil, siempre y cuando estas decisiones sean coherentes con el discurso.

También se trasladaba la idea de la autorresponsabilidad del conductor, ya que a él y solo a él correspondía administrar sus puntos. El Estado establecía las reglas de juego pero los ciudadanos debían asumir sus propias responsabilidades. La responsabilidad de los ciudadanos en los temas públicos es el gran activo y el gran éxito de los países nórdicos. En España se demostró que si se le explican bien las cosas el ciudadano responde.

Luego vino el consenso. Conviene recordar que el permiso por puntos se aprobó en el Congreso de los Diputados sin ningún voto en contra. El mensaje que el consenso traslada al ciudadano es de tranquilidad. Si todos los partidos han sido capaces de ponerse de acuerdo, nos ahorramos trasladar el debate a la sociedad, nos ahorramos politizar el debate, que no es poco. Este es un país que pierde demasiado tiempo en debates internos que nos distraen de los grandes desafíos que vienen del exterior.

Otro aspecto que merece una reflexión es la idea de igualdad. Las sanciones económicas no duelen lo mismo a los ricos que a los que no lo son, pero la pérdida de puntos es más igualitaria. Y en los cursos de recuperación de puntos se sientan juntos los poderosos con la gente sencilla sin establecer diferencias por clase social. Esto, en un país marcado por las desigualdades, es un valor añadido. En estos tiempos en que tanto se habla de las desigualdades haríamos bien en no olvidar los valores de la revolución francesa que han guiado los grandes avances en Europa.

Sobre la implicación de la sociedad civil señalar que primero fueron las asociaciones de víctimas que ganaron visibilidad para trasladar su mensaje sobre el drama que hay detrás de los accidentes de tráfico, luego se sumaron los automóviles club que con una visión europea mostraron su decidido apoyo a la medida y sorprendió ver a los automóviles club sentados al lado de la administración promoviendo algo que podía ser interpretado como una medida contra los automovilistas. Más adelante se sumaron varias fundaciones de grandes empresas que se arriesgaron a vincular su imagen al permiso por puntos y al final, hasta los fabricantes de cerveza aprovecharon para promocionar su cerveza 'sin'. Cuando se pone en marcha una iniciativa hay que asegurarse de que no estás solo, que tienes socios comprometidos y que te acompañarán en las adversidades. La sociedad civil pide cada vez un mayor protagonismo y hacen bien en no dejar los grandes temas solo en manos del gobierno.

Oirán decir que con el permiso por puntos bajaron los accidentes y las víctimas y no es del todo exacto. El efecto del permiso por puntos, el auténtico efecto, fue el cambio de comportamientos de los conductores. Antes del permiso por puntos estaba prohibido beber y conducir, era obligatorio el uso del cinturón de seguridad y el casco y había que respetar los límites de velocidad pero no se cumplía. Después del permiso por puntos las leyes eran las mismas pero la diferencia fue su cumplimiento. Qué gran lección hacer que se cumpla la ley. A veces uno tiene la impresión de que en nuestro país más que nuevas leyes lo que hace falta es hacer que se cumplan las que hay. Y como los comportamientos eran cada vez más seguros, los accidentes bajaron y las víctimas también.

Atención a los medios de comunicación. Hoy en día sin los medios de comunicación no son posibles los cambios de hábitos y comportamientos. Los medios de comunicación no son meros espectadores, tienen una función pedagógica que conviene no olvidar y deben implicarse y tomar parte activa en los grandes retos de la sociedad. Así lo entendieron y explicaban que entre tanta información banal, con el permiso por puntos se sentían especialmente útiles.

Visto desde el exterior nos dio prestigio en Europa, donde comprobaban asombrados como año tras año íbamos subiendo puestos en el ranking europeo hasta superar a Francia y a Alemania. A los españoles nos preguntaban cómo lo habíamos hecho y no sabíamos qué contestar porque no era fácil y nos limitábamos a sonreír. La impresión que sacamos es que en Europa unos venden pero no hacen y nosotros hacemos pero no sabemos vender. Nada nuevo en nuestras relaciones con el exterior. En Latinoamérica, que habían leído que en España se había puesto en marcha el permiso por puntos y estaban bajado los accidentes, se abrió una competición a ver quién lo ponía antes. Hubo que preparar una presentación que bajo el título 'la otra cara del permiso por puntos' les explicaba unas condiciones previas necesarias que nadie tenía y que les disuadía de un fracaso anunciado. Agradecieron la honestidad y la sinceridad, les evitamos gastos innecesarios, a ellos les sirvió para, poco a poco, mejorar sus administraciones y a nosotros para ganar su confianza. El secreto en las relaciones internacionales en las que cada cual defiende sus intereses está en construir un clima de confianza.

Para los que han perdido el permiso a lo largo de estos diez años, recordarles que, como dice la Organización Mundial de la Salud, los accidentes de tránsito son una enfermedad grave y no hay tratamiento indoloro. A ellos les ha tocado la parte dolorosa del tratamiento que nos ha permitido evitar mucho sufrimiento y quizás ellos habrían podido ser una de las víctimas. Aunque con los accidentes de tránsito ya se sabe, nadie piensa que le pueda pasar a uno hasta que le toca.

Es verdad que el permiso por puntos supuso un antes y un después en la política de seguridad vial, que fue bien gestionado y recibido por la sociedad y que es un caso práctico de políticas públicas de especial interés que se estudia en las universidades, pero no deberíamos instalarnos en la autocomplacencia y quizás convendría revisarlo y actualizarlo en base a la experiencia acumulada en estos diez años de aplicación. Que no nos pase como con la Constitución de 1978, que era tan buena que nadie se ha atrevido a actualizarla y ahora resulta que ya no es tan buena.