Los jóvenes de la Región tampoco escapan a las consecuencias que la nueva realidad virtual potencia. Así es el caso de dos chicas de San Javier, Marina y Claudia (nombres ficticios), que sin conocerse, han pasado por situaciones muy similares originadas por esta enfermedad emocional.

La depresión es difícil de superar, y sin desearlo, produce grandes cambios en la vida de aquellos que la padecen y en la de quienes los rodean. «Mis amigos y mis padres decían que había dejado de ser yo, que me parecía más a un zombi que a mí misma. No podía pensar que tenía que levantarme al día siguiente», recuerda Marina.

«Llega un punto en el que dejas de saber cómo te sientes ni por qué sientes», explica por otra parte Claudia. Los cambios de humor, la desmotivación, el aislamiento y los pensamientos negativos pasaron a formar parte de su día a día.

«No es fácil pedir ayuda, en mi caso, ni siquiera lo hice yo, fueron mis padres», reconoce Marina. Sin embargo, no todos tienen la suerte ni las mismas circunstancias que ella.

Para Claudia fue algo más duro: «La situación en mi casa cuando comencé con la depresión no era muy buena. Mis padres se acababan de divorciar y cuando hablaba de cómo me sentía o sobre lo que pensaba... sólo conseguía acabar cualquier conversación en una discusión», cuenta.

Ambas coinciden en que crearon un «minimundo» propio, crearon su propia burbuja de la que les costó salir. «Al principio de recibir ayuda seguía aislada pero ya era consciente de que debía salir de ahí», explica Marina, «empiezas a obligarte a ser optimista hasta conseguir que te salga de forma natural».

Ahora y después de dejar pasar el tiempo, han podido retomar su vida como ellas han querido; aunque otra vez experimentándolo de distinta manera.

Marina admite que con el tiempo y los años se mejora pero que «en algunos momentos vuelves a caer». En cambio Claudia se lo toma con más optimismo; «ahora pienso que es algo por lo que tenía que pasar», afirma confiada, «porque cuando lo superas eres una persona nueva, mucho más fuerte».