José María Gil Garre, periodista que trabajó en esta casa, es uno de los mayores expertos en terrorismo islamista de España. Actualmente dirige el departamento de Estudios sobre Terrorismo del Instituto de Seguridad Global, en cuya web (www.institutodeseguridadglobal.com), se pueden consultar los informes ‘Nuestros Jihadistas’, donde recoge las conversaciones que ha podido mantener con integrantes del ISIS, principalmente a través de las redes sociales, y realiza perfiles de los mismos.

¿Qué definición haría de estas personas?

Suelen ser personas que no se encuentran cómodas en el país donde residen, y es esa frustración la que les lleva a tener la necesidad de identificarse con algo. Normalmente son musulmanes, aunque no están muy implicados en la doctrina, y creen que ese rechazo que sufren se debe a su religión. Cuando esas frustraciones afloran, los elementos de captación de estas organizaciones son muy hábiles y logran convencerlos, a través de un manejo pseudoreligioso, mostrándoles algo que sí les valora y que les convoca a algo importante. Ahí llega el proceso de radicalización que los va a convertir en terroristas.

¿La captación se produce siempre a través de Internet?

Sí. Osama Bin Laden ya decía que Internet era el 50% de la Yihad. Es un territorio más del califato del que habla Estado Islámico. Twitter, Facebook, Youtube, las revistas digitales, los foros... Campan a sus anchas por Internet y son muy eficaces. Descontextualizan el Coran y lo retuercen para que diga lo que ellos quieren que diga, cuando en realidad no lo dice. En ese sentido, creo que los Estados occidentales han fracasado a la hora de elaborar una verdadera inteligencia en Internet, para contrarrestar las ideologías radicales. Se ha de elaborar una estrategia en Internet tan eficaz como la que mantiene el Daesh.

Habla de que la frustración con el entorno en el que viven, sobre todo los que residen en Europa, les acerca al yihadismo. ¿Está en nuestra mano integrarlos mejor para que esas frustraciones no afloren?

Nuestra sociedad va a tener que establecer nuevas pautas conductuales para frenar este fenómeno, para construir sociedades para que todos nos podamos mirar con confianza. Vemos que en la Región de Murcia, sin ir más lejos, ha surgido una sociedad identificada por el hecho religioso y otra, la autóctona. Ambas viven en el mismo territorio, pero no hay casi relación y sí hay mucha desconfianza. No se ha hecho nada eficaz para que estas sociedades se unan.