Luis Eneas es un joven aventurero atípico. Procedente de Nerpio (Albacete), hace tres años se compró un caballo en Molina de Segura, Caramelo, con el que ha realizado varios trayectos, alguno de hasta 400 kilómetros, para llegar al destino deseado. El primero fue un rodeo por la Sierra del Segura el pasado verano, el segundo (el más largo) desde Nerpio a Palma del Río (Córdoba) para especializarse en un oficio igual de inusual que su forma de vivir aventuras, el de herrador. Fue en la escuela de Manuel de la Rosa, que se ha ocupado a lo largo de su vida profesional de herrar los caballos de la duquesa de Alba, del rey don Juan Carlos y de Amancio Ortega, es decir, toda una institución.

El tercer y último trayecto ha sido desde Nerpio hasta Murcia, porque desea que su caballo pase el invierno aquí, lejos de las bajas temperaturas que se alcanzan en su pueblo natal y cerca de donde continuará con sus estudios de Veterinaria.

Salió el viernes a las tres de la mañana y llegó el sábado a mediodía. Suele transcurrir por rutas GR (Gran Recorrido) o vías verdes como la del Noroeste y se guía a través de mapas y cartas militares. Además, lleva el equipaje justo, una esterilla, un saco de dormir y una tienda de campaña.

El viaje es solitario, unos kilómetros a lomo de su caballo y otros a pie, andando a la par. Cuando pasa por algún pueblo o se cruza con alguien, cuenta que se sorprende muy positivamente de la respuesta que le dan: Le invitan a comer, le ofrecen alimento al caballo o incluso le acompañan hasta un punto de la ruta. Lo último fue en la Ribera de Molina, donde unos vecinos le sacaron un café con leche y churros y le dieron agua y zanahorias a Caramelo. Para culminar el gesto de generosidad, le acompañaron hasta la Contraparada con el fin de que pudiera seguir su camino.

En este mismo viaje, también se encontró con la colaboración de la Policía Local de Mula, que le escoltó en un momento en el que se había desorientado. «Además, tanto la Policía como el Seprona me ha permitido acampar y descansar en el monte», lo que hace a deshoras, puesto que prefiere viajar de noche porque hace menos calor y con el caballo no es difícil porque tiene buena visión. «Cuando salí de Nerpio el cielo estaba estrellado, pero cuando llegué a Murcia las estrellas se habían perdido», explica para narrar la belleza del paisaje que observa.

En otra ocasión, cuando llegó a Fernán Núñez (Córdoba) «me fui a acampar y aparecieron dos coches con varias personas que me trajeron comida y me permitieron después darme una ducha y lavarme la ropa, incluso me buscaron cuadra». Posteriormente, otras personas le llevaron a la Feria de Abril y «en la Plaza de España sevillana, me encontré con Farruquito y sus primos. A uno se le cayó el sombrero y como no podía bajarse del caballo, me incliné subido en Caramelo, que no es muy alto, y se lo recogí. Bueno, pues estuvieron un buen rato aplaudiéndome».

Sin embargo, una de las cosas más impresionantes que ha vivido fue cuando una niña de unos 7 años con la que coincidió en la provincia de Granada reconoció a su caballo: «Se llama Caramelo y yo lo he montado en Molina de Segura», le explicó.

Para preparar un largo viaje con Caramelo, primero hace el recorrido en coche para ir depositando en lugares estratégicos sacos de alfalfa y pienso con el fin de que el animal coma lo que necesita. No obstante, Luis cuenta que su caballo es tan manso que lo lleva sin brocado para que pueda andar y pastar al mismo tiempo.

«A veces mientras troto voy leyendo un libro», explica y añade que no se siente solo en estos viajes, es más, «se consigue una relación muy estrecha con tu caballo, es como si él estuviera hermanado conmigo, de hecho está desatado y no se va de mi lado».