Vidas rotas. Este es el título de un libro donde se le pone nombre y apellidos a los 857 hombres, mujeres y niños que han muerto en España víctimas del terrorismo etarra. Así, y a través de la secuencia cronológica de cada una de las muertes que han desangrado a este país durante los últimos cincuenta años, la publicación ofrece una semblanza de las víctimas, las circunstancias en las que fueron asesinadas, testimonios de sus allegados y la identidad de los terroristas condenados por esas muertes. En esta dramática sucesión de asesinatos se encuentran los de doce murcianos, casi todos pertenecientes a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estados. Estas son las doce vidas murcianas rotas por ETA:

El primero, en 1974

Jerónimo Vera García, sargento de la Guardia Civil de 45 años, natural de Fuente Álamo -aunque llevaba 25 años residiendo en Guipúzcoa-, casado y padre de dos hijos, se convirtió el 29 de octubre de 1974 en el primer murciano muerto por ETA. Durante una investigación sobre actividades de la banda terrorista en Pasajes (Guipúzcoa), Vera García y un compañero dieron el alto a un sospechoso, quien sacó una pistola y disparó al sargento, hiriéndole en el pecho. Los guardias respondieron a su vez abriendo fuego contra el etarra. El guardia murciano falleció dos horas después y el miembro de ETA unos días más tarde.

Acribillado a balazos

Lorenzo Soto Soto tenía 24 años cuando fue acribillado a balazos el 25 de septiembre de 1978 en San Sebastián. El guardia civil lorquino y su compañero José Zafra -quien también falleció en el atentado- estaban destinados en el economato de la Guardia Civil en San Sebastián y habían ido al mercado a comprar fruta y verdura. Allí les esperaban tres terroristas con el rostro cubierto que se colocaron a los lados y al frente del Land Rover donde se encontraban los dos guardias civiles, a los que dispararon con metralletas. Un cuarto etarra los esperaba en un coche robado. El cuerpo de Lorenzo Soto presentaba 17 orificios de bala.

Un militar de alta graduación

El atentado contra el general de División Constantino Ortín Gil, gobernador militar de Madrid y natural de la pedanía murciana de La Ñora, fue encargado al Comando Argala, formado por ciudadanos franceses y encabezado por Henri Parot. El 3 de enero de 1979 cuatro terroristas esperaron a que el militar se bajara del coche oficial para entrar en su domicilio de Madrid. En ese momento, Parot le disparó; una sola vez, porque le falló la pistola. No obstante, dos etarras que le acompañaban efectuaron varios disparos más. Ortín Gil, de 64 años, estaba casado y no tenía hijos. El portero del edificio contó que el general le había aconsejado que no saliera a recibirle ni se pusiera mucho a su lado por si recibía alguna ráfaga de metralleta dirigida hacía él.

Triple crimen

El sargento de la Policía Nacional Ginés Pujante García, de la pedanía murciana de San Ginés, tenía 41 años, estaba casado y era padre de dos hijos cuando murió el 7 de abril de 1979 en San Sebastián, en un atentado de ETA en el que también fallecieron los cabos Miguel Orenes Guillamont -de la pedanía murciana de Rincón de Seca, de 29 años, casado y con un hijo- y Juan Bautista Peralta Montoya -murciano de 30 años, casado y con dos hijos-. Pertenecían a la Compañía de Reserva General de la Policía Nacional, con base en Murcia, que había sido trasladada temporalmente a San Sebastián para reforzar los efectivos en la lucha antiterrorista. El segundo día de su estancia, los tres policías fueron a cenar a un bar cercano al cuartel de Loyola. Tres terroristas que iban en un taxi robado se pusieron a su altura y abrieron fuego con metralletas. Dos de los policías murieron en el acto y el tercero poco después de ingresar en el hospital. Tras una ceremonia religiosa en el hospital militar de San Sebastián, los féretros con los cuerpos de los agentes fueron trasladados por vía aérea a San Javier para que fueran enterrados en sus respectivas localidades. El 'Diario de Navarra' recogió que unas doscientas esposas y familiares de policías impidieron el regreso al País Vasco de los agentes que se habían desplazado a Murcia para el entierro de sus compañeros. Pincharon las ruedas de los coches policiales y colocaron pancartas en las que decían, entre otras cosas: "No queremos más medallas".

Un trabajador cartagenero

El 13 de junio de 1979 una bomba colocada por ETA en la central nuclear de Lemóniz hizo explosión alcanzando de lleno a Ángel Baños Espada, montador de la empresa Tamoin, que no se percató de que estaba sonando la sirena para desalojar las instalaciones (activada tras los avisos que hicieron los terroristas). La víctima, nacida en Cartagena, tenía 46 años y era padre de cinco hijos. Era la segunda bomba y el tercer muerto provocado por ETA en esta central.

Emboscada

El cabo de la Policía Nacional Ramón Ezequiel Martínez García -natural de Ceutí, de 33 años, casado y padre de dos niños- falleció el 25 de marzo de 1983 en San Sebastián. Viajaba con otros agentes en una furgoneta de la Policía tras haber finalizado su servicio de vigilancia en la prisión de Martutene. Fueron emboscados por varios terroristas, que les dispararon desde ambos lados de la carretera con fusiles y armas automáticas. Los agentes lograron repeler el ataque con sus armas y provocar la fuga de los etarras. El cabo murciano resultó herido y no superó la intervención quirúrgica.

Trágica coincidencia

Diego Torrente Reverte, nacido en Puerto Lumbreras, de 30 años, casado y con tres hijos pequeños, fue asesinado por ETA en Pamplona el 7 de junio de 1984. El policía nacional estaba fuera de servicio, limpiando su coche, cuando se le acercaron dos miembros de ETA para robarle el vehículo e ignorando que era un agente. Uno de ellos se dispuso a sacar la pistola mientras decía: "Somos de...". Diego se dio cuenta de que eran etarras y creyó que iban a matarle, por lo que no le dejó acabar y se abalanzó sobre él. Forcejearon hasta que el terrorista lo separó de un empujón, momento que el otro etarra aprovechó para pegarle un tiro.

Tres días antes de regresar

El policía nacional Juan Pedro González Manzano, natural de Molina de Segura, falleció el 29 de septiembre de 1989 en Irún al estallar una bomba debajo del asiento del conductor de su vehículo particular. El artefacto estalló cuando iba a aparcar en el patio del cuartel en Irún. ETA reconoció que había colocado la bomba dos días antes en Basauri para que estallase en este municipio, pero el mecanismo de iniciación falló y se activó de forma accidental en Irún. Juan Pedro tenía 34 años, estaba casado y tenía una hija. Su familia se negó a que se celebraran actos de homenaje en el País Vasco y el funeral se ofició en El Puntal, donde residían sus padres. Su hermano explicó que sólo le quedaban tres días de servicio en el País Vasco antes de trasladarse a su nuevo destino en Molina de Segura.

Atentado mortal en Murcia

"Hablo en nombre de ETA. Escuche con atención. Hemos estacionado un coche-bomba en la calle Diego Rodríguez de Almena, en las proximidades del cuartel de la Guardia Civil. Se trata de un Seat Ibiza de color negro, con matrícula A-6183-BP. ¿Me ha comprendido? No nos hacemos responsables de lo que pueda ocurrir". Así anunció ETA el 10 de febrero de 1992 el único atentado en la Región que se ha cobrado una vida humana. Fue la de Ángel García Rabadán, de 47 años, nacido en la pedanía murciana de Rincón de Beniscornia, casado y con tres hijos. Cuando el agente se acercó a inspeccionar el vehículo, el etarra José Luis Urrusolo Sistiaga accionó por radiocontrol el artefacto explosivo. García Rabadán había sido condecorado en 1989 por arriesgar su vida para salvar a dos niños de un incendio. El funeral se ofició en la Catedral, con la presencia de más de cinco mil personas, entre ellos el ministro Corcuera. El 14 de febrero, cincuenta mil murcianos se manifestaron contra el terrorismo de ETA.

Masacre en Madrid

El capitán de fragata de la Armada Domingo Olivo Esparza, natural de la pedanía murciana de Balsapintada, tenía 45 años cuando ETA lo asesinó el 21 de junio de 1993 en Madrid. Estaba casado y tenía cuatro hijos. El atentado se produjo cuando iba junto a otros cinco oficiales del Ejército en una furgoneta oficial conducida por un funcionario civil. Un coche-bomba, activado a distancia por miembros de ETA, explotó a su paso. La onda expansiva afectó de lleno a la furgoneta, que se incendió. Los siete ocupantes fallecieron por el efecto de la metralla y luego fueron devorados por las llamas. El capitán Olivo Esparza pasó la mayor parte de su carrera destinado en la base naval de Cartagena.

Esta información apareció en el diario LA OPINIÓN el 28/03/2010