Hace diez años un grupo de jóvenes estudiantes de arquitectura decidió poner en marcha Basurama, un colectivo con una visión diferente de la arquitectura y del uso que debe hacerse de ella para ser útiles a la sociedad. Trabajar con residuos como material y dar vida a espacios de la ciudad que estaban abandonados o infrautilizados son dos de los ejes de su filosofía. Juan López-Aranguren es uno de los arquitectos que conforman Basurama y ayer estuvo en el centro cultural Puertas de Castilla de Murcia para dar una conferencia titulada ‘Creatividad Urbana’.

¿Cómo se hace arquitectura con residuos?

Lo primero es llegar a un lugar y ver las necesidades que hay, ver el problema. Nosotros trabajamos sobre este eje utilizando los residuos domésticos que podemos generar en casa o de cualquier otro tipo. Las infraestructuras no utilizadas o infrautilizadas, o los edificios abandonados son también lo que nosotros llamamos un residuo urbano. Cuando nos encontramos ante un proyecto de este tipo lo primero que hacemos es hablar con la gente, con los vecinos, para que nos digan qué visión tienen del entorno y dar un sentido al proyecto.

¿Cómo se acaba haciendo arquitectura con residuos?

En Basurama lo que trabajamos con nuestros deseos personales más que con proyectos, eso es algo que cada uno hace por su cuenta. Hace diez años, cuando todavía éramos estudiantes, decidimos crear el colectivo y desde entonces nos movemos por la arquitectura, el diseño y otras disciplinas. Hemos hecho muchas intervenciones en latinoamérica, pero también en Madrid y en ciudades como Cuenca. Uno de nuestros proyectos en latinoamérica fue rehabilitar con palés un edificio cercano al puerto y amueblarlo con muebles que encontramos en la calle. En Madrid, por ejemplo, lo que hicimos fue rehabilitar un viejo solar en el que años atrás se planificó un centro comercial que nunca llegó a construirse. Desde entonces el solar está vacío y nosotros pusimos allí equipamientos para que los mayores y los niños disfrutaran. Aquello fue una instalación prevista para tres semanas y los vecinos se dieron cuenta de que podían utilizar ese espacio y están reivindicándolo y nosotros les estamos ayudando.

¿En qué espacio de Murcia intervendría si pudiera?

Pues creo que el Malecón tiene muchas posibilidades. Allí no hay casi nada, pero poco a poco la gente va dándole su uso. Lo que haría sería preguntar a la gente que pasa por allí qué necesidades tiene y qué le gustaría. Quizá tener más sombra, o espacios de juego para los niños... o también ninguna, quiero decir, que muchos espacios se colonizan de forma natural. Eso es algo que los urbanizadores no entienden. A veces hay que dar a la gente libertad para que vaya ocupando espacios y le dé el uso que quiera. Continuamente nos dedicamos a decirle a la gente lo que tiene que hacer en cada lugar y eso mata los espacios y los edificios. Creo que los ayuntamientos le tienen miedo a los espacios públicos.

¿Por?

Pues porque tienen miedo a la complejidad y lo simplifican todo. Por eso cada vez que se rehabilita una plaza tiene más cemento y lo único que se instala es una terraza privada que dé rendimiento económico. Eso es lo que veo en Madrid y lo que sucede en otros sitios. No entienden de creatividad.

¿Pero los arquitectos también serán corresponsables de esta falta de creatividad?

Más que los arquitectos, yo culpo a las escuelas de arquitectura. Si en la universidad te enseñan a ser obediente y te dicen que no debes salirte de lo establecido es difícil llegar a ser un profesional capaz de cuestionarse nada.

Quizá la crisis, en la que los arquitectos están perdiendo mucho, sirva para renovar el sector ¿no cree?

Yo creo que antes o después tiene que pasar algo, algo tiene que cambiar, despertar. Creo que los arquitectos no deben buscar al cliente, lo que hay que hacer es buscar una respuestas a las necesidades de la gente y, a partir de ahí, se generará trabajo y se conseguirán clientes. Lo que no puede ser es construir miles de viviendas en la costa que ahora no necesita nadie.