El monarca británico Jorge VI –protagonista de El discurso del rey, Oscar a mejor película– no solo comparte fama internacional con actores, escritores, cantantes y científicos de la talla de Bruce Willis, Ana María Matute, Marc Anthony o Charles Darwin. Todos ellos sufren o sufrieron tartamudez durante su infancia, un trastorno del habla que afecta a entre el 2 y el 5% de la población y que todavía está estigmatizado por parte de la sociedad. «Aún hoy hay que recordar que los tartamudos son gente inteligente y muy tenaz. Por ello son muchos los que no lo comentan e intentan disimular este problema», sostiene Francisco Comí, miembro del Colegio Oficial de Logopedas de Galicia, que reconoce que la oscarizada película de Tom Hooper supone «un hito muy importante» para hacer visible esta patología del habla.

La tartamudez es un trastorno del habla que afecta al ritmo o fluidez con el que las personas pronuncian las palabras. Pese a que se desconoce parte de su origen, los médicos sostienen que los genes tienen mucho que ver. «Normalmente cuando una persona es tartamuda en edad adulta, alguno de sus familiares directos también lo son», sostiene este logopeda. El sexo también influye. «Es un problema que afecta más al varón. Por cada tres hombres tartamudos sólo hay una mujer», resalta.

Lejos de detectarse cuando el bebé comienza a decir sus primeras palabras, la tartamudez no suele aparecer hasta los 4 o 5 años y muchas veces es algo temporal. «En ocasiones surge sobre los dos años y luego desaparece. Hay que estar atentos a los síntomas, especialmente si hay antecedentes familiares, para iniciar la terapia con el logopeda», resalta el especialista. Con el tiempo y la ayuda de los logopedas la tartamudez no se cura, pero suele remitir. «La incidencia es mayor en niños que en adultos».

Una de las peculiaridades de este trastorno radica en las circunstancias en las que se produce. Un tartamudo puede ser incapaz de presentarse pronunciando las palabras de un tirón, pero cantar o interpretar una obra de teatro sin problemas. «Estas personas necesitan una pauta que les indique el ritmo para poder hablar sin tartamudear. A la hora de cantar o incluso hablar otro idioma ya hay un ritmo marcado, una melodía que les guía. El problema está si se quedan en blanco, por ejemplo, y tienen que improvisar», señala Comí, quien reconoce que la tartamudez es siempre inconstante, no se produce en todas las conversaciones que mantienen, y se agudiza cuando «están nerviosos». Es el miedo a tartamudear lo que les lleva a hacerlo. Por ello los interlocutores deben hablar con naturalidad para favorecerles la fluidez. «Debemos actuar como lo haríamos con otra persona. Si queremos contradecirles o interrumpirles sin problema, pero también que noten que no pasa nada tarden lo que tarden en expresarse». Algo que debe cuidarse al detalle en el caso de los niños. «Los padres deben observar cómo se comunican con sus otros hijos y hacerlo igual», añade el logopeda.

En El discurso del rey, Jorge VI –interpretado por Colin Firth– se somete a numerosas terapias. Una de las más llamativas consistía en que el monarca pronunciase un discurso mientras escuchaba música a un volumen que le impedía oírse a sí mismo. Algo parecido se utiliza hoy en día en Estados Unidos. «Es un mecanismo que mejora la fluidez del habla, pero el éxito es todavía dudoso», sostiene Comí, quien destaca que en España, las terapias para la tartamudez se centran en dar las claves a los pacientes para que puedan establecer un ritmo en el habla que, mediante ensayos previos, les permita ponerlo en práctica cuando más lo necesiten. Los logopedas alaban un filme que, aseguran, ha hecho más por normalizar el problema de la tartamudez que años y años de su propio trabajo.