La radiación que han generado las explosiones de algunos de los reactores de la central nuclear de Fukushima –Japón– por el daño ocasionado en su estructura debido al terremoto del pasado viernes ha hecho saltar las alarmas sobre la seguridad de este tipo de instalaciones y las secuelas que puede tener en la población un accidente nuclear. No obstante, aunque los ciudadanos estén expuestos a una radiación superior al límite establecido por las autoridades sanitarias, los efectos pueden tardar meses e incluso años en dar la cara.

«El problema más frecuente por la expulsión de isótopos radiactivos suele ser el cáncer, situándose en primer lugar el de tiroides, seguido de leucemias y linfomas. Sin embargo, no tiene por qué manifestarse inmediatamente, sino que puede aparecer dentro de años», según explicó a esta redacción el jefe de servicio de Radioterapia del hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia, Jesús Fernández. El especialista dijo que además de los problemas oncológicos también suelen aparecer mutaciones genéticas en la descendencia cuando se ha estado sometido a dosis muy altas de radiación.

En cuanto a la evacuación que se ha desarrollado en las inmediaciones de la central nuclear de Fukushima consideró que «se ha actuado rápidamente porque hay que alejar a la población del foco» y destacó que los vientos están alejando la nube de la costa hacia el mar, «no hay riesgo de que pueda llegar».

El reparto de yodo que se está realizando entre la población que vive más cerca de la central nuclear se hace con el fin de prevenir la aparición de cáncer de tiroides. El doctor Fernández señaló que el mecanismo natural hace que la glándula tiroides absorba el yodo radiactivo que ha sido liberado por las continuas explosiones en la planta, por lo que dando otro tipo de yodo a los ciudadanos se satura la glándula y se evita que las partículas sean absorbidas.

Exposición constante

El jefe de Radioterapia de la Arrixaca afirmó que «la humanidad siempre ha estado en contacto con la radiación, ya sea a través de la que desprenden las estrellas del cosmos o por el uso de determinados materiales en construcción, que también tienen radiación». Así, subrayó que «son numerosas las fuentes a las que estamos expuestos, aunque no se producen efectos dañinos sobre el ser humano al tratarse de dosis muy bajas».

En este sentido recordó que en los centros hospitalarios se utilizan técnicas de radiación tanto para el diagnóstico de enfermedades –radiografías– como para el tratamiento del cáncer –radioterapia–, «aunque siempre se realiza de forma controlada y evaluando el riesgo-beneficio para el paciente». Respecto a los niveles que serían perjudiciales para el ser humano, Jesús Fernández explicó que «los tratamientos sanitarios son muy distintos a un accidente nuclear porque en dosis pequeñas no tiene que haber problemas para la salud», al tiempo que señaló que «haría falta la dosis de miles de radiografía para provocar la muerte de una persona».