Las imágenes son casi lo más importante cuando se trata de una huelga general y en busca de esas imágenes que demostraran el éxito del paro salió a las diez de la mañana un gran piquete por el centro de la ciudad de Murcia. La de ayer fue la primera huelga general en la que los sindicatos optaban por hacer un ´macropiquete´ para que recorriera las calles con el objetivo de conseguir el cierre de comercios. Los cientos de sindicalistas que lo conformaban parecían la avanzadilla de la gran manifestación que desde las seis de la tarde a las siete y media recorrió la Gran Vía de Murcia con más de 20.000 participantes, según los sindicatos, y 5.000, según la Policía.

En la manifestación no se vivieron ni momentos de tensión ni conatos de enfrentamientos con la Policía. Todo lo contrario. En un tono reivindicativo, pero casi festivo («una huelga general es una fiesta de la democracia», dijo un líder sindicalista), transcurrió la marcha que cerraba los actos de una larga jornada que para muchos había comenzado a las doce de la noche en la salida de los piquetes hacia los polígonos industriales.

El ´macropiquete´ del centro de la ciudad salió de la plaza de Santo Domingo a las diez de la mañana. Cargados con banderas, pitos y megáfonos dispuestos a que los comercios pararan su actividad y con un objetivo claro: conseguir cerrar El Corte Inglés. A mediodía tras veinte minutos de reunión de los secretarios generales de UGT, Antonio Jiménez, y CC OO, Daniel Bueno, con el director de los grandes almacenes, José Dasí, y una ruidosa concentración ante la puerta principal, los sindicatos consiguieron un cierre simbólico que duró apenas media hora mientras el resto de las puertas permanecieron abiertas y los clientes continuaron haciendo sus compras. Las huelgas generales en las que la puerta de El Corte Inglés era el escenario de cargas policiales son de otra época. Por si acaso, más de veinte policías nacionales custodiaron las entradas de los grandes almacenes desde antes de su apertura con un espectacular despliegue. Poco antes el piquete había conseguido cerrar las puertas del Mercadona de la Plaza Circular. La puerta del edificio de servicios múltiples de la delegación de Gobierno fue escenario también de la actividad de este gran piquete. Un cordón policial les impidió entrar al edificio y algunos de los sindicalistas se exaltaron provocando un pequeño rifi-rafe con los agentes.

El cierre de El Corte Inglés fue el final de la actividad de los piquetes que había empezado a las doce de la noche y que terminó a mediodía con protestas ante el Banco de España.

Al paso de este gran piquete muchos comercios del centro bajaban sus persianas por precaución, pero las volvían a subir cuando pasaban de largo. Salvo por esos momentos puntuales, los comercios del centro estuvieron abiertos toda la jornada. Igual que en el resto de la ciudad.

La calma total llegó a las calles con el mediodía. Los sindicalistas aprovecharon la hora de la comida para recargar fuerzas para la gran manifestación, que comenzó pasadas las seis de la tarde en la plaza Fuensanta, junto a El Corte Inglés de avenida de la Libertad, y otra vez pudo verse la imagen de más de una decena de policías protegiendo sus puertas. En esta ocasión, y por precaución, las puertas de los grandes almacenes de la Gran Vía cerraron al paso de la manifestación. Y su ejemplo lo siguieron muchos comercios más de la zona, por si acaso. Aunque las precauciones fueron finalmente innecesarias, ya que la manifestación transcurrió de forma totalmente pacífica y en un tono reivindicativo y festivo.

Daniel Bueno y Antonio Jiménez abrían la marcha con una gran pancarta en la que podía leerse: ´Así no, rectificación´. Tras ellos marchaban miles de afiliados de Comisiones Obreras y de UGT, pero también los sindicatos STERM y la CGT o Izquierda Unida, que se sumaron a la convocatoria de huelga general.

«Ni un paso atrás contra la reforma laboral» fue uno de los cánticos que más se oyó, junto a los gritos de «Zapatero dimisión» y «PSOE, PP, la misma mierda son».

La mayoría de los manifestantes eran sindicalistas afiliados que lucían con orgullo sus chapas, banderas y petos, pero entre ellos también ´se escondían´ ciudadanos que nada tienen que ver con los sindicatos, pero que quisieron participar en la marcha para protestar contra la reforma laboral. Es el caso de Carmen y Antonio, un matrimonio que acudió con sus hijos para dejar constancia de que «no estamos de acuerdo con una ley que va a perjudicar a mucha gente y que sólo busca facilitar los despidos a los empresarios», explicó Antonio.

Algunos trabajadores con problemas en sus empresas aprovecharon la ocasión para llamar la atención sobre sus reivindicaciones particulares. Trabajadores de la empresa García Carrión llevaban una pancarta en la que podía leerse «Don Simón, los primeros trabajadores que sufren la reforma con 17 despidos». También estuvieron presentes los trabajadores de el diario El Faro, que están en huelga desde hace diez días para reclamar los salarios que les deben desde hace cuatro meses.