Las vidas de Dolores, Antonia y María cambiaron para siempre el 7 de abril de 1979. Estas tres mujeres murcianas tienen esa fecha clavada a fuego en su alma: sus maridos, que pertenecían a la Compañía de Reserva General de la Policía Nacional, fueron asesinados a sangre fría por la banda terrorista ETA, cuando se encontraban destinados temporalmente en San Sebastián. Ellos habían ido a cenar a un bar cercano al cuartel de Loyola, cuando tres terroristas que iban en un taxi robado se pusieron a su altura y abrieron fuego con metralletas. Dos de los policías murieron en el acto y el tercero falleció poco después de ingresar en el hospital.

La tragedia las unió para siempre y, desde aquel día, comparten un destino truncado que, después de 32 años, sigue presente en sus vidas como el primer día. Junto a ellas están otras mujeres de la Región que, como Josefina Jara, que perdió a su marido en 1983, se quedaron viudas por culpa de ETA.

Estas cuatro mujeres trabajan activamente en la lucha contra el terrorismo desde la Asociación Murciana de Víctimas del Terrorismo (Amuvite), con el objetivo de que las vidas rotas que ETA ha dejado en la Región de Murcia no caigan en el olvido.

"A nosotros nos destrozaron la vida y, por eso, queremos que nadie olvide lo que pasó. Mis hijos tienen una amargura que no se les quitará nunca", denuncia la murciana María Noguera.

"Las víctimas de hace 30 años nos hemos llevado la peor parte. Estábamos solas y las ayudas llegaron muy tarde. Yo tardé 18 meses en cobrar. Mis tres hijos eran pequeños y a mí nadie vino a decirme si necesitaba un cartón de leche para darles de comer", apunta Antonia García.

Cuando se les pregunta sobre el inicio de un posible diálogo con ETA, las cuatro mujeres se muestran tajantes al respecto. "Estamos en contra de cualquier tipo de diálogo con los etarras. Con un asesino no se puede hablar. No hay nada que negociar. Deberían pudrirse en la cárcel", señala Dolores Cánovas.

También rechazan los beneficios de los que gozan determinados criminales de la banda cuando ingresan en prisión. "Ellos, como presos, tienen todos los derechos del mundo. Pero, ¿y nosotros? Mis hijos tenían 2 y 4 años cuando mataron a su padre, pero incluso hoy se ponen malos cuando escuchan que trasladan a presos etarras para que puedan estar cerca de sus familias. Para ellos, todo, y para nosotros, nada", criticaba Josefina Jara. Estas cuatro mujeres no pueden ni quieren olvidar la tragedia que sacudió sus vidas y exigen firmeza policial contra ETA y que la memoria de todas las víctimas que ofrecieron su vidas por proteger nuestras libertades no caigan en el olvido.