Recién elegido secretario general de la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), el cartagenero José León empieza el trabajo al frente de un equipo formado por 21 personas y en el que hay otro murciano, el también cartagenero Francisco Vigueras.

¿Cómo surgió la idea de presentarse al cargo?

Fui propuesto desde Murcia para formar parte del Comité Central y finalmente salí elegido secretario general, puesto en el que, en principio, estaré tres años.

Al empezar una etapa siempre hay retos, ¿cuáles son los suyos como máximo representante de los jóvenes comunistas españoles?

Trabajar para el bien de los jóvenes en general, pero sin personalismos. El éxito o el fracaso será de todo el equipo, no sólo mío, pues no va a ser una cuestión presidencialista, sino que formamos un equipo de trabajo. Hacen falta proyectos sólidos más que liderazgos firmes y apostamos por hacer una política participativa y que implique a todos.

El comentario generalizado en la calle es relación al comunismo, desde hace años, es que está en crisis de identidad. ¿Qué hay que hacer para salir de ella?

Vamos a volcarnos en consolidar cuadros políticos más que en ganar militantes, pues aspiramos a conseguir un incremento más cualitativo que cuantitativo, aunque está claro que cuantos más afiliados tengamos mucho mejor. Se trata de captar a personas con ganas y capacidades para hacer cosas y que puedan intervenir en la vida político social y van a entrar 50 nuevos camaradas al partido.

¿Puede recuperar el comunismo el peso que tuvo años atrás?

Debería ser así. El papel histórico del comunismo es perfectamente aplicable a la sociedad actual, en la que hay una clara explotación y miseria de la clase trabajadora provocada por el capitalismo. Los comunistas no sólo somos necesarios, sino que somos imprescindibles en un momento en el que predominan problemas tan acuciantes como el desempleo.

Son además tiempos especialmente duros para los jóvenes. ¿No cree?

Desde luego. Como joven que soy, conozco la problemática que tienen los jóvenes en cuestiones básicas como el acceso al trabajo o a la vivienda, y está claro que tenemos tarea por delante para intentar cambiar las cosas. Las administraciones deben apostar por la clase trabajadora por encima de los intereses comerciales. Con los parámetros que actualmente marcan la sociedad es difícil cambiar la realidad, pero hay que velar más por los derechos de los trabajadores y de los jóvenes y no tanto por los empresarios y sus intereses mercantiles. En este sentido hay que luchar por acabar con la precariedad laboral. Huir del ocio mercantilizado y tratar de que el acceso a la cultura no suponga un gasto astronómico son otras de las cuestiones en las que nos vamos a volcar, así como en que se aplique bien el proceso de Bolonia, pues no se está haciendo de una manera conveniente. En la facultad de Derecho, por ejemplo, se imparten clases con los alumnos sentados en el suelo cuando este proceso suponía la reducción del número de alumnos por aula.