El cuerpo del sacerdote Salvador Fernández Ciller apareció en la mañana de ayer amordazado y maniatado sobre un charco de sangre en el suelo del dormitorio del piso que habitaba en el número 5 de la calle Ruiz Hidalgo del barrio del Carmen de Murcia. El cura, jubilado de su destino en una parroquia, oficiaba ahora funerales en el Tanatorio de Jesús de Murcia.

El cadáver, que presentaba varios golpes en la cabeza y el pecho ensangrentado, fue hallado por una vecina que tenía las llaves del piso que habitaba el cura y que se decidió a abrir la vivienda después de que se lo pidiese una feligresa que solía llevar comida al sacerdote y que lo había echado en falta. En concreto, hacía cuatro días que no sabía nada de él. Además, había una fuga de agua que había producido una gotera en el garaje del bloque. Al entrar en la casa, la vecina vio un charco de sangre en el pasillo y el cadáver del sacerdote en el suelo de su cuarto y tendido boca abajo. El cura tenía las manos atadas en la espalda con un pañuelo marrón y estaba amordazado con cinta de embalar. Rápidamente dieron aviso a la Policía.

Hasta el lugar del crimen se desplazaron varias unidades de la Policía Local, para custodiar la casa, y el equipo de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía, así como un forense y la secretaria y la jueza de guardia. El cadáver fue hallado pasadas las once y media de la mañana y al mediodía se ordenaba su traslado al Instituto de Medicina Legal de Murcia, para realizarle la autopsia. En la tarde de ayer se instaló la capilla ardiente del padre Salvador en el tanatorio de Cehegín, localidad de la que era natural y en la que residen su hermana y algunos familiares.

Todo apunta a que quien acabó con su vida, lo conocía y podría ser una de las personas necesitadas a las que solía acoger en su piso. De hecho, la puerta no estaba forzada y se sospecha que el asesino estuvo con el cura tomando una cerveza en su casa. El móvil que más fuerza cobra es el robo, aunque había dinero a la vista que el asesino no se llevó. El piso estaba desordenado, lo que era habitual porque el sacerdote tenía varios animales domésticos.

El padre Salvador, de 75 años, estuvo de misiones en Sudamérica, fue párroco de la iglesia de La Purísima y en El Puntal. Ahora oficiaba funerales en el Tanatorio de Jesús.