El fotógrafo Fernando Galindo ha encontrado otro filón turístico digno de explotar en el municipio de Cieza. A su ya consabido descubrimiento sobre la floración en los campos del municipio, el intrépido retratista está ahora sumergido en otro proyecto en aras de inmortalizar el incomparable espectáculo que durante estos días se puede contemplar con la llegada del otoño. Y es que pasear en diciembre por el Paseo Ribereño de Cieza seduce hasta a los menos sensibles. Sobre todo por las tardes, y cuando el sol empieza a deslizarse a lomos de la Atalaya, un dorado de fantasía se adueña de todo el entorno. Las hojas de los chopos, los álamos, sauces y demás especies que pueblan este rincón de ensueño se tuestan de un ocre otoñal que hipnotiza a cualquiera.

«Es algo que tienes que sentir en lo más hondo, y de esa forma puedes después plasmarlo en una fotografía», contaba Galindo mientras acompañaba a un equipo del periódico a este incomparable paraje situado entre la huerta más tradicional, el monte de la Atalaya y el río Segura.

Galindo tiene en mente la publicación de un libro que mostrará las mejores estampas del otoño ciezano. «Aún no se cuándo podrá ver la luz, pero la idea es que este espectáculo se conozca cuanto más mejor, y que sea un reclamo turístico para el municipio», explica el fotógrafo, que enfatiza entusiasmado sobre el espectáculo que también puede contemplarse en los campos por las increíbles tonalidades que adquieren los árboles frutales en esta época del año.

Más de un millón de fotos

Fernando Galindo comenzó a tirar fotos a finales de los 60, retratando sobre todo la Semana Santa de Cieza y la feria de agosto. Después se lanzó al mundo de la paisajística, siendo el primero en realizar reportajes sobre la floración que se produce en primavera en los árboles frutales. Sin embargo, el objetivo de Galindo se ha fijado en otros elementos, tales como sus propios vecinos.

Así, presume de tener retratados a primer plano a más 10.000 ciezanos, todas las calles de Cieza y los principales acontecimientos que se han producido en la ciudad en los últimos años. Es además un asiduo del mercado semanal de los miércoles, del que posee más de 50.000 fotografías y casi medio millón de la vida cotidiana de sus convecinos. Todo ello lo tiene almacenado en casi un centenar de discos duros de ordenador que guarda como oro en paño.