El oráculo que nadie presenció jamás y que bien pudo haber sucedido volvió a traer ayer malos augurios a la joven princesa Himilce, quien atormentada por los sueños que le siguen desde hace días decide acudir a la diosa Tanit para que le descubra el horizonte que se presenta ante los ojos de su pueblo y de su marido, el general Aníbal, que ya prepara su marcha hacia Roma a combatir contra el Imperio.

Los sueños premonitorios de la princesa íbera encuentran en la diosa una prolongación y convierte en realidad algo que hasta ayer era sólo una sospecha de la joven Himilce: la campaña del estratega carthaginés y la ciudad de Qart Hadast llevan unidos sus destinos, que no son otros que sucumbir ante el poder del enemigo.

Poco consuelo encuentra Himilce del oráculo, salvo el anuncio de que un niño -quien será el joven Aspar- crece en su interior fruto de su amor con Aníbal, aunque el general tendrá un destino aciago e su campaña militar contra Roma. También la Ciudad Nueva verá como el ejército imperial pondrá sus temidas zarpas sobre ella, logrando una conquista que debilitará el pueblo púnico e íbero y hará sucumbir a la gran Cartago.

Todo en un espectáculo que volvió a congregar en el escenario del puerto a cientos de espectadores que, como en las Bodas, volvieron a dejar pequeños los graderíos. El espectáculo contó con una escenografía novedosa, aunque el texto continuó siendo el elaborado por la añorada Rosa Juaneda. Las luces y el sonido sirvieron de conjunto perfecto para el emotivo acto púnico.