Lunes de Pascua

El Día de la Mona, todavía presente en Cartagena

Cientos de personas pasan este Lunes de Pascua para degustar el tradicional dulce al aire libre

Una familia reparte monas en Cala Cortina, este Lunes de Pascua.

Una familia reparte monas en Cala Cortina, este Lunes de Pascua. / Iván Urquízar

Las monas todavía siguen presentes en Cartagena durante el Lunes de Pascua. Durante toda la jornada de hoy los cartageneros llenan parques, playas y otros enclaves naturales del municipio para degustar el dulce típico de estas fechas. Una tradición que no se ha perdido, pero que se desdibuja con el paso de los años y de las generaciones.

Uno de los lugares preferidos para pasar el Lunes de Pascua es Cala Cortina, “sobre todo si hace buen tiempo, como hoy”, contaba Ana, que había ido a pasar el día junto a su marido Paco, su hija Mar, de nueve años y unos amigos. Llevaban una mona para cada uno: dos de rollo para los mayores y una de bollo con chocolate y un huevo sorpresa para la pequeña, todas caseras y compradas en una panadería de La Vaguada.

La familia celebra este día “siempre que pueden”, pues los padres quieren mantener viva la tradición en su hija para que siga pasando de generación en generación. Sin embargo, el trabajo no siempre se lo permite, al ser un día laborable en el municipio, un problema que tienen que afrontar muchos cartageneros, razón por la cual la tradición “ha ido perdiendo fuerza con los años”.

Así lo aseguraba Laura, que también había ido a disfrutar del sol junto a su madre, sus hermanas, sus hijos y sobrinos, aprovechando el último día libre de los ‘peques’, pues mañana ya empieza otra vez “la batalla del ‘cole’ y los madrugones”. “Cuando yo era pequeña el Día de la Mona se hacía el mismo Domingo de Resurrección, por lo que era mucho más fácil juntar a toda la familia. Terminábamos de cantar a la Virgen y a las tres de la tarde salíamos todos para el campo. Ahora el trabajo impide a muchos disfrutar de este día”, relataba. 

Aunque la tradición fue este año un poco menos tradición para Laura, pues por falta de tiempo no pudo conseguir la mona tradicional que a ella y sus hijos tanto les gusta. “Ayer intenté comprarla en la confitería Maestre de la calle San Diego, pero había una cola muy larga. Al final no puede volver, se me echó el tiempo encima y tuve que comprar una de urgencia en un centro comercial”, contaba.  

María José y su amigas también hicieron cábalas para poder conseguir un día libre para poder disfrutar del agua y la arena junto a sus hijos. Dispuestas a pasar el día, venían desde Los Barreros y no iban faltas de provisiones, con bocadillos y empanadillas para comer y un cargamento de 12 monas de rollo con huevo duro compradas en la panadería PanDul del Polígono Cabezo Beaza. “Es el mejor día del año”, aseguraba el pequeño Pablo, tras haberse tomado el primer baño del año junto a sus amigos en un agua que, según él, no estaba “para nada” fría.

Carolina, Emi y Susana, de Cartagena ciudad, hicieron lo mismo con sus hijos. Algo que estaban deseando y que la pandemia les había impedido durante los tres años anteriores. Las tres aseguran querer inculcar la tradición de comer mona al aire libre en sus hijos, pero no tuvieron la suerte de hacerse con una, “pues este año nuestro supermercado no vende”.

Una tradición que también quisieron transmitir Jesús y Conchi a su pequeña hija Clara, de tres años. Una pareja joven que, como el resto, ha recogido el testigo de sus padres para que la tradición no se pierda en el tiempo. Sus lugares predilectos, siempre al aire libre, como El Portús, La Manga, el mirador de Roldán o el Parque Rafael de la Cerda, en Tentegorra, que ayer se erigió, un año más, como uno de los enclaves preferidos por los cartageneros para pasar el día.

Todos ellos testimonios de que el Día de la Mona sigue vivo en Cartagena, pero que al ser un día laboral se ha visto lastrado. El paso del tiempo también ha hecho mella en otras familias. Es el caso de Alicia y Ángel, que ayer fueron a la cala con una de sus dos hijas, también llamada Alicia, pero sin mona. “Las niñas se fueron haciendo mayores y fuimos perdiendo la costumbre, pero antes sí que la comíamos”, contaba apenada Alicia. Una de ellas ahora vive en Francia y duda que siga la tradición cuando tenga hijos. A su hermana Lidia “le gustaría”, pero “no puede porque siempre trabaja los Lunes de Pascua”.