«Mamá, mis compañeros de clase no me creen cuando les digo que vivo en un barco». Esto fue lo que le dijeron a Marina Aravaca los primeros días de colegio en Cartagena sus dos hijas. Y es que, aunque no es lo común, hay más gente de la que creemos viviendo en el Yacht Port Cartagena en su hogar, un barco.

Esta marina con 340 puntos de amarre, que acoge desde barcos de doce metros de eslora hasta megayates, cuenta en la actualidad con 65 personas viviendo en él. Algunos llevan años instalados ya que es su residencia habitual, como la cartagenera Aravaca, su marido y sus dos hijas, que llevan ocho años, o el irlandés David Knight, que vino a la ciudad portuaria hace cuatro. Otros, aprovechan la libertad que les ofrece vivir en un barco para pasar algunos meses del año en Cartagena o estar de paso. Así lo tienen planeado el matrimonio francés Leroy o el inglés Houssart, que viajan junto a sus perros.

«Para muchos vivir en el puerto es como estar de vacaciones, por lo que están siempre de buen humor»

Todos tienen muy claro lo que les une, y es su pasión por el mar. Un vínculo que consigue crear un auténtico vecindario sobre las aguas de este puerto. «Lo mejor de vivir como un marine es la convivencia con los vecinos. En una casa puedes no conocer al que vive a tu lado, pero si vives en un barco nos acabamos necesitando entre todos y conociéndonos porque todos tenemos algo en común», opina el irlandés David Knight y el resto de vecinos entrevistados.

Mamen Ros, gerente del Yacht Port Cartagena, lleva trabajando trece años allí y comparte que lo que más disfruta del día a día en el puerto deportivo es el trato con la gente. «Todos son muy agradables porque para muchos vivir aquí es como estar de vacaciones y es un sitio privilegiado para ellos. Lo normal es que estén de buen humor siempre y eso se contagia».

Isabelle y Olivier Leroy Desde marzo en el Sailing Yacht ‘Lady L’: El matrimonio francés ha hecho su primera parada nada más jubilarse en la ciudad portuaria para después seguir viajando por el mundo. Loyola Pérez de Villegas

Ros hace recuento del resto del vecindario: «Tenemos gentes que llevan aquí años. Hay unos ingleses que nos han dicho que quieren quedarse a vivir aquí. Un irlandés que lleva dos años con nosotros. Una familia danesa con tres hijos también, etc.». En su mayoría, los propietarios de los barcos son extranjeros del norte de Europa jubilados que vendieron sus viviendas para empezar una nueva vida sin amarres. Lo que algunos no esperaban es que iban a acabar de alguna manera atados emocionalmente a Cartagena.

Ese fue el caso de David Knight, un irlandés que lleva cuatro años viviendo entre Londres y el puerto. «Vine hace quince años porque tuve una avería y me encantó la ciudad. De hecho, acabé vendiendo mi casa en Málaga porque el tiempo es mejor aquí. Me he traído mi coche y he estado toda la pandemia en Cartagena. Tener el hospital al lado y el aeropuerto de Alicante tan cerca me permiten vivir aquí y si lo necesitara estar al día siguiente en Londres», explica sobre los factores que le hicieron mudarse a la ciudad. 

Una familia de Cartagena lleva ocho años en el puerto: «Se vive muy bien y el alquiler es como el de una casa»

El día a día en un barco

En cambio, los cuatro miembros de la familia Aravaca hacen vida como cualquier cartagenero a pesar de vivir en un barco. «Llevamos ocho años residiendo en el puerto porque mi marido y yo somos marineros. No hemos podido viajar mucho porque mis hijas de seis y ocho años están escolarizadas, pero en cuanto crezcan es la idea». La madre de las pequeñas, Marina, asegura que la vida en un barco es como la de un hogar cualquiera. «Se vive muy bien en el puerto y es como el alquiler de una casa que además tiene parking, vigilancia, etc. Lo único que en un barco tienes que aprender a no acumular objetos», aconseja. Aunque el suyo dispone de cuarto de daño, prefieren usar las duchas y aseos del edificio multiusos del Yatch Port.

Solo de paso

Los franceses Isabelle y Olivier Leroy se jubilaron en marzo de este año y vendieron su casa para vivir en su barco ‘Lady L’. Ahora están en Cartagena. «Solo queremos pasar seis meses en la ciudad porque tenemos planeado viajar por el mundo», dicen.

Por el contrario, el matrimonio inglés Houssart tiene otros planes. Steven cuenta que aunque quieren seguir viajando por el Mediterráneo unos cuantos años más, en un futuro proyectan comprarse una casa en la Región. «Nada más jubilarse mi mujer hace dos años empezamos a vivir en un barco. Nos encanta la Costa del Sol. Pronto volveremos para quedarnos», confirma.

David Knight Cuatro años a bordo del ‘Golden Hours’: El irlandés vive en Cartagena porque ama el buen clima de la ciudad y la proximidad del aeropuerto de Alicante le permite viajar a Londres. Loyola Pérez de Villegas

Tradición de compartir

Los clientes de la marina formaron una comunidad de manera independiente para conocerse entre ellos. «Hacen quedadas para hacer senderismo, tomar algo, barbacoas, etc.», enumera la gerente del puerto. 

Pero no solo comparten su tiempo. En las zonas comunes del puerto deportivo (sala de estar, lavandería y aseos), han creado un mercadillo de segunda mano gratuito donde comparten objetos que ya no van a utilizar como discos, libros o juegos. 

El puerto dentro de la ciudad

Lo que más valoran los vecinos del Yatch Port Cartagena es que este se encuentre en pleno centro de la ciudad y su seguridad. «Es muy tranquilo y puedes ir andando a todos los sitios», dice la francesa Isabelle Leroy.

Por otro lado, que el Puerto de Cartagena sea natural supone una mayor protección al estar más resguardado y que tenga una profundidad de doce metros permite atracar a barcos de cualquier tipo de calado. Factores que hacen que los navegantes lo recomienden y quieran volver.