Han pasado ya más tres décadas y parece que fue ayer. Carthagineses y Romanos surgieron en 1990 y desde entonces han experimentado tanto momentos de gloria como un buen número de adversidades, siendo la última la presente generada por el coronavirus. Siempre han salido adelante.

Todo relato tiene un punto de partida y en este caso hasta llegar al amanecer festero hay que retrotraerse a unos años atrás. Cartagena se había quedado sin unas fiestas paganas desde que la tragedia de la Velada Marítima en julio de 1972, cuando volcó la carroza ‘Río Tajo’, causó diez fallecidos. Llenar ese vacío comenzó unos años después a ser objetivo de algunos cartageneros, saltando la chispa cuando Rafael Rodríguez (presidente del Centro de Iniciativas Turísticas) y Francisco Morales llevaron a cabo un sondeo entre la ciudadanía en la recordada Radio Juventud de Cartagena. El resultado fue de una tendencia mayoritaria a crear unas fiestas de cartagineses y romanos, por delante de un carnaval de verano.

La idea comenzó a tomar cuerpo y tuvo un gran empuje con unas jornadas convocadas por el CIT en la residencia Alberto Colao. Se creó un equipo de trabajo y en 1990 era inscrita en el registro de asociaciones la ‘Asociación comisión de fiestas de Carthagineses y Romanos-Primavera 1990’. Se fueron ultimando detalles, como los símbolos de ambos bandos (dos monedas encontradas por entonces) e incluir la ‘h’ dentro de la palabra cartagineses como símbolo de identidad cartagenera. También surgieron las tropas y legiones (Senadores de Roma fue el primer inscrito de los 16 grupos pioneros) y se establecía que los festejos durasen diez días encuadrados en la segunda quincena de septiembre. «Tratamos de evitar coincidir con otras fiestas de pueblos cartageneros y alejarlas de Carnaval y Semana Santa, en un clima de calorcillo en la que cartageneros y universitarios ya no estuviesen de vacaciones», explicó a esta redacción hace años Rosa Juaneda, otra pionera y que falleció en 2008.

Y llegó el estreno cuando a las 20 horas del 22 de septiembre partió desde el Arsenal una marcha con destino a la plaza del Ayuntamiento. Fue una edición con bastantes ‘palicos y cañicas’ en capítulos como el vestuario y cierto descontrol sobre el ritmo en el desfile, pero había mucha ilusión y aquellos primeros quinientos festejadores sembraron lo que vino después. El ejército colaboró con tiendas de campaña para montar el campamento junto al puerto y los actos oficiales fueron la sesión del Senado, la Fundación carthaginesa y la batalla en la escalera de la Muralla del Mar.

El éxito llevó a trasladar el campamento al Parque de Artillería al año siguiente y a que en 1992 se ubicase en los terrenos situados junto al entonces hipermercado Pryca. Las fiestas iban a más, pese a que en esos primeros años ya sufrían una primera crisis social, como fue la que tuvo Cartagena a principios de los noventa y que, valga la curiosidad, motivó que se crease la legión Marte y Minerva para pedir a los dioses por la recuperación de esta tierra.

Los grupos se multiplicaban y los actos oficiales eran cada vez más numerosos y más espectaculares, teniendo que recurrir en 1995 al estadio Cartagonova para acoger al Circo romano, al que después se sumarían las Bodas y la Fundación. De forma paralela, se iban corrigiendo datos históricos para tratar siempre de rescatar el pasado más veraz posible.

También brotaban problemas que se solucionaban sobre la marcha, como la dimisión de la directiva de Federación en 1993 (se creó una gestora) y una gran tormenta que descargó al año siguiente durante los festejos y que planteó suspender el programa.

Ese mismo 1994 se recibió la declaración de Interés Turístico Regional, sello que después sería nacional e internacional (2017).

Carthagineses y Romanos ya iban sin freno. Valga el dato de que en 1998 se contabilizó que 175.000 personas pasaron por un campamento que estrenó su gran pórtico y que en 2001 se trasladó a la ubicación actual.

Todo iba a más, desde la promoción exterior hasta la presencia de afamados pregoneros y de cantantes muy populares, mientras que tropas y legiones multiplicaban sus actos internos e iniciativas como la edición de revistas y su entrada en el mundo web, además de ir incorporando fachadas de gran belleza y calidad a sus recintos de la ciudadela festera.

La gran batalla pasa en 1999 a la Cuesta del Batel, ganando en espectacularidad. Al año siguiente, Carthagineses y Romanos forma parte de las fiestas que crean la Asociación Española de Fiestas y Recreaciones Históricas, siendo Cartagena el lugar de su nacimiento. Cabe destacar que el formato de los festejos cartageneros, con un gran protagonismo de la representación teatral, han servido como inspiración a otros nacionales e, incluso, internacionales.

La lluvia seguía sin querer perderse estas fiestas y siguió apareciendo en diversas ediciones causando estragos, problema que en el campamento se palió con unas obras de encauzamiento de aguas. hace unos años. Otro hándicap fue la fama de que el campamento nocturno era un lugar de ‘borrachos, peleas y precios caros’. Esto se subsanó alejando el ‘botelleo’ y con una mayor vigilancia policial. También las tarifas de consumo en locales hosteleros bajaron mucho y desde hace años la gran aldea es un espacio sin apenas incidentes y de precios módicos, pero todavía quedan coletazos (infundados) de aquella mala fama entre algunos ciudadanos.

Sin embargo, el problema más importante llegó con ‘la crisis del ladrillo’, que comenzó a finales de la pasada década y que generó la desaparición de varios grupos en los años siguientes, afectando también entonces la falta de un relevo generacional.

Fue en el ‘annus XXIV’ cuando comenzó el resurgimiento al brotar nuevos grupos festeros. Resultó un 2013 cargado de novedades, como un encendido del fuego sagrado que tenía su culminación en la cima de Ars Asdrubalix (Molinete) y el cambio de ruta del desfile general. Fue la antesala del aniversario de plata, en el que se llevaron a cabo 375 actividades.

Ya era indiscutible la recuperación y en 2016 nuevamente estaban completadas todas las plazas de tropas y legiones con exceso, pues hay otros grupos esperando hueco. Había tenido éxito, y con nota, la labor de atracción hacia los jóvenes.

Las fiestas habían pasado de 500 a 5.000 festeros en 31 años, en los que variados equipos directivos han estado al frente de Federación, Consejo, Senado, tropas y legiones. Unos con más acierto que otros, pero todos cargados de ilusión y sin escatimar trabajo.

En 2019 se fraguó que una representación de 400 festeros viajase en mayo de 2020 a Rumanía para mostrar estas fiestas. Sin embargo, llegó el coronavirus y ése y otros proyectos han quedado aparcados, además de cancelarse las fiestas. Otro revés que a buen seguro será superado por la rendición no figura en el ADN de carthagineses ni de romanos.