Este será el primer septiembre que camine por las calles de Cartagena sin mi vestuario de época. Este año no podré cumplir con la función de mi personaje: atender y transmitir las plegarias del pueblo y proteger la ciudad como sacerdotisa carthaginesa.

Este pensamiento puede resultar extraño para mucha gente, pero tiene sentido para los festeros que viven con pasión cada montaje, cada acto o desfile, cada recuerdo€

29 años de 33, he calzado con emoción mis sandalias desde el momento en que la tierra empieza a oler a lluvia y el aire mojaba nuestra piel con la humedad del mar de otoño. Esa hornada de festeros resulta peculiar, pues no concebimos el año sin Fiestas de Carthagineses y Romanos, no lo hemos conocido hasta ahora.

Recuerdo que era una de las niñas más felices al comenzar el curso, porque además de volver al cole, también llegaban las fiestas. Esto desencadenaba unas actividades que hoy día, enmarcadas en mi jornada laboral, resultan casi un juego de malabares.

Ensayos día sí, día no, arreglos de vestuario de última hora, preparación de actos internos de la tropa, fabricación artesanal de colgantes y amuletos para obsequiar a los amigos, participación diaria en actos, ir hacia el puerto o el Parque Torres, pasacalles continuos, vida en el campamento€ un sinfín de cosas que realizábamos a un ritmo frenético y que impedían descansar las horas recomendables, todo con la ilusión de hacer las Fiestas cada año más grandes y disfrutar durante esos 10 días con tus seres queridos.

Esa emoción no desaparece con el paso de los años. Para muchos festeros resulta imposible porque nos encontramos ligados a todo esto de una forma más personal. He visto a padres hacerse abuelos y a hijos hacerse padres en tropas y legiones. Muchos de mis amigos más preciados son de las Tropas de Baal-Hammón, mi pareja es festero y mi jefa también€ esto resulta más frecuente de lo que pueda parecer. Ese vínculo y esa emoción no se pueden romper, no se olvidan.

Lo han denominado año de tregua, interrupción y descanso de una actividad. Creo que los festeros estamos de acuerdo en priorizar la protección de la ciudadanía. Al fin y al cabo, las Fiestas se generaron por y para la ciudad de Cartagena. Para divulgar su cultura, mostrar la Historia de forma diferente, haciendo partícipe al ciudadano de una etapa memorable.

Hoy necesitamos ser pacientes e inteligentes para encontrar la forma de dar un uso reconstituyente a este periodo. Usar esta tregua para reflexionar sobre lo que somos hoy y sobre qué deseamos ser, para relajar el ánimo y cuidar cauces de una comunicación abierta y constructiva entre todos los que formamos esta enorme familia festera.

Un año de tregua no es un año de parón para las Fiestas querido cartagenero, sino un año para el análisis, la autocrítica y la construcción.

No nos veréis por las calles con nuestros trajes, pero estaremos ahí, caminando a vuestro lado, con la cabeza llena de recuerdos y un corazón ilusionado, imaginando cómo serán las próximas Fiestas de Carthagineses y Romanos.