Se le llama gato feral a un felino que no puede ser abordado fácilmente por el ser humano. No es sencillo acariciarlo y mucho menos llevárselo a casa, afirman desde la asociación Cuatro Gatos, que lleva desde 2012 trabajando con esos animales en Cartagena. Ahora mismo, el colectivo tiene 'fichados' a 350 mininos salvajes. La idea es ir esterilizándolos y, tras pasar por el veterinario, devolverlos a la calle. No tener el celo y dejar de reproducirse supone una mejora en su calidad de vida, sostienen los responsables de la asociación. Desde que Cuatro Gatos se puso en marcha, hace siete años, sus integrantes están controlando las colonias de la ciudad portuaria: fue asociación de la Región en Murcia en poner en marcha un plan de estas características, destacan. En Cartagena, los citados 350 animales están repartidos doce colonias, siete de ellas situadas en diferentes puntos del casco histórico de la ciudad, cuatro en la costa (Islas Menores, Mar de Cristal, Cala Cortina y Faro de Navidad) y otra el cementerio de Los Remedios, zona que ocupa el primer puesto en el ranking en cuanto a abandono animal se refiere dentro de los asentamientos regentados por la asociación en el municipio.

Los integrantes intervienen en las colonias a través del 'método Cer', que consiste en la captación de los mininos para posteriormente esterilizarlos y retornarlos al lugar de origen.

A partir de ese momento, desde la asociación comienzan a tener en cuenta al animal y llevar un control de su salud, además de encargarse de la alimentación de todos ellos, basada principalmente en agua y pienso seco.

Tal y como manifiesta Ana Rama, presidenta de Cuatro Gatos, «las colonias ferales son de vital importancia para la ciudad, puesto que los gatos son animales depredadores por naturaleza de especies consideradas plagas como roedores o cucarachas».

La activista defiende que los felinos «humanizan» los espacios que habitan, haciéndolos «más atractivos», tanto para los vecinos como para los turistas. Rama expone de igual manera que «la sociedad ha evolucionado y exige soluciones éticas de los humanos con el resto de especies».

La activista puntualiza que «no hay gatos de las calles», sino que los felinos que acaban viviendo en la vía urbana son producto de «abandonos y escapadas por celo». Por ello, Rama considera que un gato feral que convive ahora con el entorno urbano siempre tiene un orígen doméstico, «ya sea de una o de quince generaciones». Según explica, la cantidad de generaciones que el felino viva en las calles dependerá de que posteriormente se pueda adoptar a ese minino, algo que, tal y como expone Rama, «no siempre es fácil: si llevan mucho tiempo o toda su vida en la calle es muy dificil que se adapte».

Desde la asociación gestionan también adopciones de los gatos de las doce colonias ferales para que aquellos que sí se integren tengan una nueva oportunidad de formar parte de una familia. La asociación también promueve la sensibilización con el abandono animal a través de la educación: realizan charlas en colegios.