Un gesto aparentemente inofesivo como es tirar una toallita al váter sale, a la larga, muy caro. En Cartagena se arrojan al retrete cada año unas 300 toneladas de este papel higiénico húmedo que termina obstruyendo el alcantarillado, con el consiguiente daño que se produce en la red y los costes sobrevenidos de limpieza y reparación de los elementos mecánicos (bombas, tamices y rejas automáticas) que terminan rompiéndose por las obstrucciones. Según Hidrogea, el gasto total de todos los trabajos -incluida la gestión de los residuos- asciende a 1.000 euros por tonelada, con lo que en Cartagena el gasto asciende a 300.000 euros al año.

Del total de toallitas vertidas a la red de saneamiento de la ciudad, 20 toneladas son eliminadas de las estaciones de bombeo, 120 de la red de alcantarillado y más de 180 de las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR). En el caso de los colectores, las obstrucciones por la acumulación de este tipo de residuos produce una reducción de los canales circulantes, lo que conlleva un riesgo de desbordamiento, especialmente en episodios de lluvias. En las estaciones de bombeo el tapón puede incluso dejar fuera de servicio a las bombas que elevan las aguas residuales hasta las depuradoras, con el peligro de producir desbordamientos. En lo que respecta a las EDAR, los atascos afectan sobre todo a las etapas de pretratamiento, provocando problemas de atrapamientos.

El origen se encuentra en los hábitos de algunas personas, que tiran las toallitas al inodoro en lugar de depositarlas, tras su uso, en el contenedor de la basura.

El retrete no es una papelera

El Ministerio para la Transición Ecologica explica en su página web que, a pesar de que algunos fabricantes publiciten su producto como 'toallitas de WC', no deben arrojarse nunca al retrete, sean del tipo que sean (para bebés, desmaquillantes, limpiadoras...).

Además, aunque incluyan en la etiqueta que son biodegradables, «no se degradan en el agua con la facilidad que lo hace la celulosa del papel higiénico». El Ministerio recuerda que el váter no es una papelera, e insiste en que al daño de las redes de alcantarillado hay que sumar otro de importantes consecuencias: el impacto ambiental.